En defensa del Senado
Por: Carlos Hakansson – El Montonero
El retorno del Senado suscita sentimientos a favor y en contra. Las principales críticas que circulan ante la vuelta al bicameralismo son las siguientes: (1) El Congreso obra como un poder constituyente. (2) Se tienen que modificar cincuenta artículos de la Constitución. (3) El Senado fue rechazado por referéndum. (4) El costo que tiene una segunda cámara. Veamos si tienen un debido fundamento.
En primer lugar, la Constitución confía al Congreso su procedimiento de reforma para obrar como poder constituyente delegado. Por tanto, no usurpa funciones constituyentes, más bien ejerce sus competencias constitucionales. La reforma quedará firme si el pleno alcanza 87 votos conformes en dos legislaturas ordinarias sucesivas, o es aprobada por 66 votos y luego confirmada por referéndum (artículo 206 CP).
Sobre el elevado número de artículos comprometidos para la reforma constitucional, la necesidad de dispersar el poder en dos cámaras demanda el cambio estructural de su diseño unicameral. Se trata de un reparto de competencias, una tarea que se resume en cuáles son las atribuciones propias de cada cámara y cuáles se van a compartir como controles intra órgano. El contenido del proyecto de ley no difiere del Senado establecido bajo la Constitución peruana de 1979.
Por otra parte, si por un referéndum se rechazó una segunda cámara (octubre 2018), la representación congresal electa en democracia (julio 2021) está legitimada para volver a discutir la conveniencia del bicameralismo.
Finalmente, el costo económico de la reforma también es objeto de críticas, no obstante, debemos decir que la democracia cuesta; por eso, la pregunta no es cuánto cuesta hacerlo sino cuánto no hacerlo.
A pesar de los argumentos anteriores, tengamos presente que el bicameralismo será favorable pero no resolverá nuestro déficit institucional. Su fortalecimiento demanda tres ingredientes que no se compran ni se copian para una democracia: paciencia, tolerancia y empeño, una receta más humana que cualquier iniciativa jurídico-política. Los resultados no serán inmediatos, el empeño para su funcionamiento demandará urgentes correcciones en la regionalización.
Tengamos presente que las mejores reformas no se juzgan por la cantidad sino por su calidad; es decir, por los efectos favorables para el sistema político. Entre estos efectos están el dimensionamiento congresal en cuatro partidos y no más de diez bancadas, la visibilidad del líder de la oposición durante el mandato presidencial, así como el funcionamiento congresal con dos cámaras que se complementan gracias a perspectivas distintas, ciudadana (diputados) y territorial (Senado) para representar, legislar y fiscalizar.