¡El Apra necesita una transición interna!
Por: Ivan Arenas – El Montonero
Días atrás el periodista y escritor César Hildebrant, con la habitual actitud censora de la política que lo caracteriza, dirigió duros comentarios al Apra. Hildebrandt dijo, entre otras cosas, que el Apra es un partido muerto y un zombie, amén de que “no tiene aparato intelectual con el que interpretar al país novedoso que tenemos ahora”.
No obstante las duras palabras de un periodista y escritor de la talla de Hildebrandt, es evidente que en el partido de Alfonso Ugarte necesita lo que se podría llamar, una transición interna que lo coloque nuevamente en la centralidad. Es decir, en la discusión de la escena política actual. Ahora bien, ¿a qué denominamos una transición interna dentro del partido de la estrella? Veamos.
Para el suscrito, el principal problema del partido de la estrella, y por ende su debilidad trascendental, es que no representa al nuevo país que ha emergido en las últimas décadas. Es decir, según la ciencia política un partido es una correa de transmisión de afectos, expectativas, demandas y exigencias de una parte de la sociedad. Si ello no ocurre, entonces estamos hablando solo de un partido de redes sociales, de tuiteros sin mayor convocatoria que los trolls y bots.
En ese sentido, el Apra, no representa a la sociedad emergente, mestiza, de mercados populares y a sus diversas instituciones sociales, que son organismos de cooperación y competencia. Pero sí lo hizo en la época de Haya de la Torre. Vale recordar que el surgimiento del Apra en las primeras décadas del siglo XX fue producto de la pérdida de toda legitimidad del sistema político y de partidos de la mal llamada república aristocrática. La expansión de la economía nacional, originó la emergencia de nuevas clases medias en todas las regiones, fundamentalmente en el norte y en Lima, que no tenían representación política en un sistema de partidos que solo representaba a las clases tradicionales.
Cuando el periodista y escritor Hildebrandt dice que el Apra ha perdido capacidad intelectual para analizar, estudiar e interpretar a este nuevo Perú, en cierta forma se refiere a este país mestizo, de sociedades emergentes y mercados populares. Un Perú que, dicho sea de paso, lee el diario El Trome y no Hildebrandt en sus 13.
No obstante todo lo anterior, sí es verdad que algunos actuales dirigentes “viejos”, por solo establecer un punto de referencia, no parecen tener claro lo que sucede con la sociedad nacional. En eso, de alguna u otra manera, coinciden con la academia y los intelectuales de izquierda de todos los colores, y con algunos liberales: caen en el error de pensar que las demandas de los barrios mesocráticos son las demandas del Perú popular, pro mercado y mestizo.
Así, lo que mejor puede pasar en el partido de la estrella no solo es una seria reflexión sobre su lugar como partido en una nueva sociedad nacional, sino además que algunos jerarcas entiendan que el tiempo ya pasó y es hora de retirarse, no sin antes hacer una transición institucional y propositiva. Pero, ¿cuáles serían los contornos de esta nueva generación que lideraría el aprismo?
Sería sin duda, pegada a una buena lectura de la sociología nacional y de sus instituciones populares. Si van por la otra vía –es decir, si los renovadores apristas leen el Perú como la izquierda intelectual– corren el riesgo de convertirse en un Nuevo Perú 2.0