Apuntes sobre el retorno del Senado
Por: Juan Sheput – El Montonero

La posibilidad de que antes del cierre de la presente legislatura se vote el dictamen de reforma constitucional que permite el retorno al sistema parlamentario bicameral, amenaza con convertirse en la noticia “polarizadora” de los siguientes días. Bajo el argumento de que “el pueblo ya le dijo no al retorno al Senado” quienes se niegan a esa posibilidad están acumulando insultos y diatribas para oponerse a la enmienda de nuestra Carta Magna.

No me sorprende. Si el Perú tuviera que enfrentar una evaluación sobre la forma como se debate una política pública, saldría indiscutiblemente desaprobado. No se trata de discutir sobre la base de criterios emocionales (“el pueblo ya se pronunció”) o autoritarios (“la modificación es propia de una dictadura parlamentaria”), sino de ver si se trata de un régimen parlamentario que conviene o no a nuestro país.

En lo personal creo que sí. La presencia de una Cámara de Senadores es conveniente porque incorporaría un componente de reflexión al proceso político de deliberación. No se trata únicamente de una cámara legislativa correctora o de gente con probada experiencia. Es, fundamentalmente, la presencia colectiva de la política consumada, con sentido de Estado, que privilegia el interés de la patria a las conveniencias de coyuntura. Para llegar a ello se requiere un aporte de prestigio. Este será un factor crítico de éxito en la elección de la Cámara. Y para lograrlo es imprescindible que el legislador considere, dentro de las exigencias para una elección, la experiencia política, la capacidad intelectual y la honestidad. Esta última en el sentido que Tolstoi pone en boca de un personaje de Ana Karenina, cuando señala que un determinado burócrata ruso es honrado pero no es honesto; honrado porque no roba, pero no es honesto porque no denuncia a los que roban.

La honestidad tolstoiana tiene pilares en la fuerza moral y en el ejercicio de la ética. Un político que, por ejemplo, entre en la contradicción de criticar las decisiones de su partido o su líder, pero que se niegue a renunciar a la bancada porque se quedaría “en la nada” no es honesto. Con ese comportamiento no puede ser un futuro senador.

La ciudadanía ayudaría mucho si logra complementar o llenar el vacío de la ausencia de debate en torno a esta reforma constitucional. Inclusive a través de documentales que nos muestren el desempeño de los senadores en épocas no muy lejanas. Por lo menos nos reconfortarían con aquello de que hubo tiempos mejores, y ello es la principal razón para esforzarnos en que regresen.

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