El Congreso: una fotografía del país
Por: Carlos Hakansson – El Montonero
En los últimos veinte años de alternancia democrática podemos apreciar la crisis de los partidos tradicionales y la aparición de nuevos movimientos o agrupaciones dentro del Congreso. Los primeros, por falta de democracia interna para producir nuevos liderazgos y ejercer la oposición o el gobierno; los segundos, compuestos por dueños de una marca que reclutan nuevos rostros o políticos disidentes que fueron miembros de partidos fenecidos en el camino.
El estado de la clase política se aprecia observando la composición del principio representativo en el Congreso. Se encuentran los partidos tradicionales que viven las consecuencias de la no reelección inmediata aprobada por referéndum, unos con pérdida de inscripción y en camino de renovarla, otros todavía en el Congreso pero que solo les queda el nombre. La ausencia de liderazgos en ambos grupos es un factor que tienen en común. Un tercer grupo está integrado por partidos que surgen como resultado de la pérdida de capital político de otros más tradicionales, conducidos más por dueños que líderes.
Dentro de esta descripción apreciamos la continuidad de un partido político que, con altos y bajos en su historia, tiene en la condena de su líder histórico su principal fortaleza como también un factor de polarización en cada proceso electoral. No vuelven a Palacio de Gobierno, a pesar de alcanzar tres veces la segunda vuelta electoral, pero no dejan de tener una representación parlamentaria que los mantiene vigentes. Hay también parlamentarios que defienden los intereses del VRAEM, la minería informal y los gestores de grupos de presión. En otras palabras, se aprecia la vigencia de un principio representativo signado por lo ilegal, informal e intereses globalistas y económicos, respectivamente.
Otra forma de apreciar la representación es a través de los diferentes perfiles que ocupan los escaños congresales. Se observa un pequeño grupo de personas con preparación profesional, pero debutantes en el arte de la política; y otros que proceden de las canteras de partidos tradicionales, pero sin experiencia quizá por provenir de la tercera o cuarta fila entre sus militantes. También vemos a personas sin preparación para desenvolverse en los papeles y gestos del oficio congresal, sumados a los congresistas cuyas intervenciones producen cantidad de memes distribuidos por las redes sociales.
En conclusión, el Congreso refleja el estado de nuestra República. La realidad de nuestra ciudadanía en sus debidas proporciones, nos gusten o no los resultados electorales que vemos en el hemiciclo. Durante cada sesión del pleno resaltan las falencias y necesidades para que los peruanos podamos conducirnos en democracia y producir acuerdos en favor del bien común. Por eso, reconocer la realidad de nuestra clase política es el primer paso para pensar en cómo mejorarla.