Por: Carlos Meneses

“Sabemos que la Beneficencia tiene propiedades que sobrepasan el número de 2 centenares en edificaciones y terrenos, pero se queja de pobreza y atiende a un número minúsculo de niños y de ancianos en relación a los ingresos que debiera tener por decirlo menos”.

Era algo que se veía venir como ocurre con todas las gestiones institucionales que son motivo de elección popular y que cuando están por terminar muestran sus debilidades de trabajo, errores cometidos y obras incompletas.

Esto ha ocurrido en Arequipa en forma espectacular en el gobierno regional con Elmer Cáceres Llica y ha continuado con su sucesora, la gobernadora Gutiérrez. También afecta en los resultados a la Municipalidad que preside Omar Candia.

Pero falta, sin duda alguna, una olla por destapar que compromete también al municipio y a los organismos que acreditaron personas encargadas del directorio de lo que fue la Beneficencia Pública, organismo que estaba conformada por privados a quienes se recuerda por benéfica y ad honorem labor en el hospital Goyeneche, en el orfelinato Chaves de la Rosa y en otros albergues que protegían a niños discapacitados o ancianos.

La Beneficencia sigue teniendo un elefante blanco en el edificio más alto que tiene Arequipa y que fue construido como sede del Hotel Presidente. Debe recordarse que, poco antes de dejar el cargo de alcalde el anterior burgomaestre al actual, se hizo un contrato por 30 años para entregarlo a una empresa privada que se comprometía a millonaria inversión para rehabilitar sus vacíos ambientes de los que inquilinos que incumplieron sus deudas con la institución y con el municipio provincial se fueron llevándose todo lo que había dentro de los instalaciones.

Esa Beneficencia tendrá que rendir cuentas al alcalde que se haga cargo de los destinos de la ciudad. Omar Candia fue advertido de que mal hacía en culminar lo que dejó a medio hacer y cuando ya se iba el Doctor Alfredo Zegarra.