Totalitarismo, no; partidocracia, sí
Por: Javier Valle Riestra – El Montonero

Efectivamente, en el Perú el único partido existente es el APRA. Desde 1931, fecha de su fundación, la política ha girado en su torno. Los demás partidos han perecido. Allí están para testimoniarlo las ruinas existentes de los que fueron la UR (partido de Sánchez Cerro y de Flores, camisas negras), Acción Popular, el PCP, Democracia Cristiana, UNIR, FOCEP, UDP, FRENATRACA, UPP, el Toledismo, etc. Haya de la Torre, incluso muerto, es la figura más grande del pensamiento de nuestra República en el siglo XX. Fundó un partido que redujo a cenizas a los adversarios reaccionarios y escleróticos. Existió en el Perú, reitero, solo un movimiento perenne: la Alianza Popular Revolucionaria Americana que vive con Haya desaparecido. Eso no lo pueden decir otros movimientos arcaicos. Los partidos políticos existentes en el Perú antes de la aparición del APRA, fueron la Sociedad Independiente Electoral (1871) que apoyó a Manuel Pardo elegido como Presidente en 1872. Después de ese semipartido, existió como partido de masas el partido Civil que desapareció con una serie de señorones oligarcas. Lo que sí existió a lo largo del siglo XIX fueron el militarismo y el civilismo, rápidamente fulminados con la aparición del partido Demócrata cuyo líder y caudillo indiscutible fue Nicolás de Piérola, fallecido en 1912. Lo que vino después fue aprismo y más aprismo.

II

Sobre historia y política, Basadre en su Historia de la República, Tomo I (1961) advierte y repito con él: “mantengo perenne el afán de volver una y otra vez sobre asuntos que me interesaron muchos años atrás; a los jóvenes que empiezan quisiera dejarles la humilde lección de no declararse satisfechos nunca con lo que ya se aprendió, de querer superarse, de buscar siempre nuevos ángulos y horizontes, haciendo uno mismo la crítica constructiva que otros podrían hacer justificadamente”. Por eso, con el nacimiento de los partidos políticos (partido Civil de Manuel Pardo, el partido Constitucional de Cáceres, 1919; el partido Demócrata Reformista con el que se reeligió Leguía en 1924; la UR de Sánchez Cerro; el APRA, 1931; AP de Fernando Belaunde, 1956) hubo una apertura al pensamiento de libertad y democracia, pero que se había hipertrofiado con la ley de partidos políticos, convirtiéndolos en totalitarios por la egolatría mediocre de sus líderes que hoy se reduce a sus fundadores de seudopartidos, sin líderes, sin ideas, sin militantes. Son etiquetas en botellas vacías.

III

La partidocracia es, en palabras de Rodrigo Borja (Enciclopedia de la Política,1998):

“El término [que] apareció en la Europa de la última posguerra para designar la presencia decisoria de los partidos políticos en la vida política, en que prácticamente asumieron el monopolio de la actividad pública europea durante el proceso de la reconstrucción democrática después de la caída del fascismo (…) Es el gobierno, el poder, la fuerza o la influencia de los partidos políticos en un país. (…) Son los partidos los que articulan y dan coherencia a las aspiraciones populares, que con frecuencia se presentan en forma borrosa e inorgánica”.

Pero, también, con requisitos y leyes para la inscripción de los partidos políticos, se han suscitado deformaciones del sistema cometiéndose abusos, pues se ha perdido la democracia interna, el debate ideológico, movilidad y ascenso de cuadros internos, conduciendo a la esclerosis de la ideología, al enquistamiento de grupos dirigenciales, a su burocratización, convirtiéndolo en un manto que oculta los verdaderos anhelos de sus militantes; es en el fondo un terreno fértil de totalitarismo. La mejor ley de partidos políticos es aquella que no existe. Los partidos tienen vida propia, no necesitan un acta de nacimiento y se mantienen vivos por la trascendencia de sus ideas y de sus militantes y por el sacrificio de sus líderes.

IV

Sí, el Perú necesita de partidos políticos democráticos, tolerantes, liberales, dispuestos a luchar por la democratización del país; incluso, a costa de su vida. El eslogan de este combate debe ser: libertad, constitucionalidad y respeto a los Derechos Humanos. Allí seremos verdaderamente una democracia total. El APRA será su ejemplo y su modelo.

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