El diálogo con la OEA
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

Ha quedado ya claro que, ante el fantasma de un golpe de Estado, percibido –cual fantasma que es– solo por quienes tienen miedo a que pudiera ser una realidad en su imaginación, el Ejecutivo acogió el desinflado salvavidas de invocar la Carta Democrática de la OEA. Y como consecuencia, este organismo regional decidió acoger el llamado de auxilio de un camarada en supuesto peligro de naufragio, enviando a una misión de alto nivel.

Resulta curiosa la circunstancia pues no hay intento de golpe en nuestro país y, más bien, es en las altas esferas de la OEA en donde parece haber un estado de naufragio con un propio y certero golpe o autogol por ajustada descalificación. Siempre uno se pregunta por la eterna validez de las palabras del Evangelio, de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga que se tiene en el propio. En fin, vamos a lo nuestro…

Esa misión de alto nivel llegará al país este domingo 20 de noviembre; era de suponer que el interlocutor natural debía ser el propio “recurrente inquieto”. Pero éste había solicitado permiso para ir a Tailandia… y tuvo que recular no solo porque no quería pasar por la vergüenza de que se le denegara una vez más, sino porque no tenía cómo justificar antes sus invitados su propia ausencia.

Lo interesante es que esos integrantes de la Comisión de alto nivel llegan al país para encontrar que no solo no hay condiciones de golpe, sino más bien una voluntad de autogolpe, como lo ha demostrado la insistencia del presidente del Consejo de Ministros en presentar ¿reclamar? una cuestión de confianza ante el Congreso. No obstante, el Tribunal Constitucional había sido claro en explicar y desestimar, precisamente, aquello que era el sustento de ese reclamo. Vale decir que quien intentaba “patear el tablero” de una manera fácil no era el Poder Legislativo, sino más bien el Ejecutivo, que cada vez más empieza a ver, con síntomas inequívocos, que se encuentra contra las cuerdas.

Adicionalmente, la manifestación ciudadana del 5 de noviembre no puede dejar de ser vista, apreciada y atendida por quienes integran esa comisión enviada por la OEA. No solo por la magnitud de la manifestación, sino también por la expresión única que tuvo: que el actual ocupante de Palacio de Gobierno deje de ocuparlo y se acabe este régimen de caos, zozobra, atraso, corrupción, amiguismo, incapacidad, pobreza y, ¿para qué seguir con la enumeración de adjetivos al respecto?

Adicionalmente, es evidente que una mala réplica fue la que se intentó llevar a cabo cinco días después. No obstante haberle dado el provocador título de “la toma de Lima”, resultó ser un fiasco y una muestra de que la población está ya cansada y agobiada ante la crisis que vive y el abandono en que se encuentra. Ese pueblo al que se dice representar, y al que se moviliza con engaños, ya no apoya, ya no resiste más pues la mentira tiene un límite y la victimización no puede ser el único tema del monólogo.

Lo cierto es que los delegados o comisionados de la OEA llegan y encuentran un país destruido, una sociedad más que fragmentada y un jefe de gobierno que no encabeza más que a su propia camarilla y está lejos de poder conducir a una Nación. Por lo menos no a la nuestra, no a la que posee nuestra historia, nuestra riqueza, nuestras esperanzas.

El presidente Castillo no es capaz de representarnos ni puede expresar nuestras angustias ni expectativas. Él se habla a sí mismo, de sí mismo y para sí mismo, y curiosamente trata, cada día, de mostrar que no ha sido capaz de hacer una sola obra, una sola acción en favor de la ciudadanía. Y es por ello que sus mensajes, más allá de lo confusos y auto referentes, solo permiten comprobar que el victimizarse y enfrentar a los peruanos, es la peor de las vías para triunfar.

Queda esperar que los altos comisionados vengan con, aunque sea, un poquito de objetividad en su información respecto a estos catorce meses de triste experiencia política y puedan cernir, de su primer encuentro, aquella información que les permitirá, luego, conocer lo que otros sectores tienen que compartir con ellos. Es interesante que puedan reunirse con quien preside el Poder Judicial y sería estupendo que escucharan también a la señora Fiscal de la Nación. Y por supuesto, a mi criterio, que en sus reuniones debe haber un espacio para entrar en contacto con la prensa libre, no con aquella creada a la medida de este régimen. En estos meses la prensa libre ha sido el soporte y baluarte de la libertad, no así la prensa “alternativa” que denigra, sin duda, la labor del periodismo serio.

Es de esperar que, siendo una misión tan importante y teniendo los comisionados algunas horas libres, puedan aprovechar ese tiempo, valioso, por cierto, para reunirse con quienes pueden darles una visión cierta y certera de lo que está viviendo el país. No solo en lo político, no solo en Lima, sino la triste realidad en cuanto a la economía, la minería, el agro, la salud, la educación a nivel nacional y, si les queda una horita libre, podrían, por qué no, degustar algo de nuestra gastronomía.

Y digo esto porque durante el último proceso electoral, quedó un cierto sinsabor respecto a los “observadores” de dicho proceso que, sin duda, observaron y degustaron las delicias de nuestra mesa, pero quedó una ligera sensación que la sobre mesa fue un poquito extendida pudiendo haber sido más acuciosos en su observación electoral.

Lo cierto es que al no ser vinculante, no esperamos gran cosa de esta visita pues, al ser prácticamente protocolar, deseamos que disfruten de su estadía y que sea una experiencia para que la objetividad y el mayor conocimiento de los países de la región permita un análisis cada vez mejor, más realista y profundo.

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