Desarrollo y nuevos escenarios globalización
Por: Juan Carlos Capuñay – Exembajador del Perú en Japón, China y Singapur

Los desafíos del siglo XXI han impulsado a las distintas naciones a llevar adelante un proceso de modernización de sus estructuras y funcionamiento, dentro de una concepción amplia de globalización, sustentada en una interdependencia, complementariedad económica y conectividad. Para ello, han formulado e implementado reformas estructurales para facilitar su relacionamiento con el escenario internacional, el aumento de la capacidad productiva instalada, programas para el fomento de la actividad privada y de un ambiente favorable a los negocios, un uso intensivo de nuevas tecnologías y de la innovación, la construcción de una infraestructura que facilite la integración nacional y su proyección al exterior, entre otras variables.

La economía mundial experimenta serios desequilibrios y una recesión global, tanto por razones estructurales como por modificaciones en su funcionamiento, además de los efectos de la pandemia del Covid-19.

Existen indicios que esta crisis podría generar cambios en la agenda mundial, lo que modificaría la composición, marcha e intensidad de la economía y las relaciones internacionales, como la relativa variación que muestra la balanza del poder económico, que ya no gravita principalmente en las llamadas potencias tradicionales, sino que es compartido con naciones emergentes como China e India.

Por ello, las medidas que vienen adaptándose buscan adecuar las economías a esta cambiante estructura económica mundial, para hacer de este desafío una oportunidad de desarrollo. Esta tarea convoca al sector privado, medios académicos y sociedad civil, bajo el patrocinio de políticas de apertura diseñadas por los gobiernos. La globalización y los propósitos del desarrollo requieren de una inserción en los esquemas de integración y cooperación regional, a partir de un consenso de los sectores productivos.

La apertura económica e internacional del Perú hace tres décadas se efectuó con una visión de largo plazo a partir de un mejoramiento en la calidad y eficiencia de la capacidad productiva, lo cual se tradujo en una importante opción de crecimiento. La actual coyuntura hace necesario reforzar este enfoque, consolidar el mejoramiento en los niveles de educación, con énfasis en el aprendizaje de idiomas y ciencias exactas, la construcción de una red efectiva de interconexión digital que acerque a las zonas alejadas a los propósitos del crecimiento con dimensión social, pues la pandemia del Covid-19 puso al descubierto las limitaciones de los servicios de educación y salud en zonas alejadas debido a la falta de una infraestructura digital.

Debe también reforzarse la participación en los esquemas de liberalización del comercio, de facilitación de inversiones y de promoción de la cooperación, a partir de enfoques compartidos y estrategias coincidentes. Más específicamente en esquemas regionales como la Alianza del Pacífico, el Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico (APEC), el Tratado Integral y Progresista de la Asociación Transpacífico (CPTPP), además de los consejos de negocios bilaterales con las principales economías de la cuenca del Pacífico. Es decir, crear una sinergia entre el ámbito nacional y el contexto internacional de interés.

Es evidente que la formulación de una respuesta de cara a los desafíos del siglo XXI y a las exigencias de una modernización de las estructuras nacionales hacen necesario asumir de manera pragmática la necesidad de adecuarse a la cambiante estructura internacional y a la marcha de la economía global.

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