Los cambios deben ser bien hechos
Por: Carlos Meneses

“Convertido en un colaborador eficaz Hernández Fernández, alías El Español, fue el encargado de poner el dinero en manos de Alfaro y en la propia casa del entonces general en jefe de la PNP”.

Después de las revelaciones que la prensa peruana hizo, al gobierno de Boluarte no le quedó otra alternativa que dar por terminada la designación del teniente general PNP, Raúl Alfaro como comandante general de la PNP.

En el afán de satisfacer el malestar ciudadano, la comandante suprema de la Fuerzas Armadas y Policiales del Perú, que resulta ser la presidenta de la República, procedió a designar a un encargado que resultó ser quien no tenía el rango de teniente general, que es de obligación para el caso, y por supuesto tampoco tenía a la mano las insignias de mando que le correspondían.

Había apuro, es cierto. Hubo que hacer las cosas con rapidez y probablemente abriendo las puertas a reclamos a los que el general Alfaro puede considerar necesarios. Los jefes supremos de organismos como el Ejército, la Marina, la Aviación, la PNP y el comando conjunto de las Fuerzas Armadas son nombrados por 2 años y salvo causas de fuerza mayor como la muerte, la incapacidad o la comisión de delito flagrante pueden ser relevados del cargo.

En el caso del general Alfaro otras son las razones por las que resulta casi inevitable un reclamo y más de una apelación por la designación del nuevo jefe. Así que, de todas maneras, el parche puesto no reúne las suficientes condiciones que debieran darse en el caso que nos ocupa y tampoco contribuyen a devolver prestancia a la institución policial.

Esto obliga a preguntarse si la crisis producida ha sido satisfactoriamente arreglada y más cuando comienzan a conocerse tráficos indebidos de recursos aportados por el personal policial que sufraga con entregas mensuales de 15 soles un fondo funerario para financiar entierros de efectivos en servicio.

Se ha revelado que del fondo funerario que sostienen los policías con un pago mensual, 65 mil soles fueron entregados para el general Alfaro, el encargado de llevarlos en la mano para entregárselos fue el hombre al que el presidente Castillo había dado la responsabilidad de sugerir una organización de inteligencia paralela al del Estado.

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