LA VIDA Y LA FAMILIA

Por Javier Del Río Alba – Arzobispo de Arequipa

El sábado 15 de este mes se volvió a realizar la manifestación pública más numerosa e importante que, desde el 2006, se realiza cada año en Arequipa. Me refiero al Corso por la Vida y la Familia que, según han dado cuenta los medios de comunicación, en esta ocasión ha congregado a unos 100 mil arequipeños, el 10% de la población de nuestra ciudad. Una vez más, hemos celebrado de modo festivo el don de la vida y la familia, caminando, entre cantos y otras muestras de júbilo, desde el parque Mayta Capac hasta la Plaza de Armas. La manifestación duró algo más de cuatro horas. Fue hermoso ver a familias enteras y delegaciones de diversas instituciones de la sociedad civil, gremios profesionales, organizaciones populares y entidades del Estado, celebrar junto a representaciones de la Iglesia católica, todos unidos en un mismo sentir y un mismo deseo, expresando así que Arequipa no comulga con la cultura de la muerte y el descarte. Lo mismo podemos decir de la provincia de Islay, que en Mollendo también tuvo su bonito y concurrido Corso.

Lo que más llamó la atención en ambos casos fue la numerosísima participación de jóvenes, de diversos sectores sociales y niveles académicos, celebrando juntos, como hermanos, con esa alegría que los caracteriza. Estos jóvenes son una esperanza para la sociedad, porque no se dejan engañar por las ideologías que pretenden negar que la vida es el primer derecho humano fundamental y que si no la respetamos desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, nadie nos puede garantizar que se respetarán los demás derechos humanos. Como decía la santa Madre Teresa de Calcuta, si el Estado permite que una madre asesine a su hijo en su propio vientre, con qué autoridad va después a prohibir que esa misma madre o su esposo maten a otra persona. Si en una sociedad se promueve el asesinato de niños indefensos, la consecuencia natural será que sus miembros pierdan el respeto a la vida de los demás. Por eso, en su exhortación apostólica Amoris Laetitia, publicada en el año 2016, el Papa Francisco dice que es inaceptable que los políticos promuevan la anticoncepción, la esterilización o el aborto, y que de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones sobre la vida del niño que está creciendo en el seno de su madre (AL, 42 y 83).

Nuestro Corso también ha demostrado que, como dice Francisco en el mismo documento, “el deseo de familia permanece vivo especialmente entre los jóvenes” (AL, 1). Nuestros jóvenes saben que debilitar a la familia hace daño a la sociedad (AL, 52). Saben también que, como ha expresado el Papa, no existe ningún fundamento para equiparar, ni siquiera de modo remoto, las uniones entre homosexuales con el matrimonio entre varón y mujer (AL, 251). Por tanto, sigue el Papa, “no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano” (AL, 35). Por el contrario, la sociedad y el Estado tienen la grave responsabilidad de fomentar políticas que permitan a los jóvenes realizar su proyecto de formar una familia y contar con un hogar (AL, 43 y 44).

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