Un reto de todos: erradicar la violencia.

Por: Carlos Meneses

El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) informó que solo entre los meses de enero y abril del presente año, los Centros Emergencia Mujer (CEM) atendieron más de 25 mil casos de violencia de género. Del total de casos de violencia de género registrados el 85,9 % corresponde a mujeres, mientras que los hombres registran el 14,1 %.

La violencia contra las mujeres tiene innumerables consecuencias y efectos tanto inmediatos como a largo plazo. Genera trastornos en las víctimas e impacta negativamente en sus familias y comunidades. Además, ocasiona pérdidas económicas significativas tanto para ellas como para el Estado.

En el Perú este es un problema cotidiano y altamente prevalente. El país registra una de las tasas más elevadas de violencia a nivel mundial.  Reportes oficiales apuntan que 7 de cada 10 mujeres adultas han sido víctima de violencia psicológica, física y/o sexual en algún momento de su vida.

Arequipa no está exenta del problema, a nivel nacional se ubica como la segunda región con más casos de feminicidio en el presente año, son 9 hasta el momento.

Los retos para hacer frente a este problema, es combatir la poca información, que tiene varios orígenes como la normalización del maltrato dentro de las relaciones de pareja, el miedo, la vergüenza, la desconfianza en las autoridades, entre otros. Así, las cifras oficiales confirman que el 39% de las mujeres agredidas no pidió ayuda y un 23% no denunció a su agresor por haber sentido vergüenza, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática ( INEI).

Asimismo, es necesaria la atención a las mujeres afectadas que no siempre es oportuna ni adecuada y; como tercer punto es la prevención de la violencia, para ello, es crucial que las acciones no se enfoquen exclusivamente en las mujeres, sino también en los hombres, quienes son, en la mayoría de los casos, los perpetradores de agresiones y maltratos.

La violencia es producto de la evolución cultural, donde se forma al individuo desde el aprendizaje y hábitos violentos. Por lo tanto, para revertirla o solucionarla es necesario un cambio cultural y educativo y el esfuerzo de todos.

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