Madres que nos cuidan a todos Incansables luchadoras por la felicidad de sus hijos
Por: Danna Felipe B.

Tu madre conoció el amor verdadero la primera vez que te tomó en sus brazos. Ruth Salvador Tea y Adriana Villanueva Quispe no solo luchan incansablemente por la felicidad de sus hijos, también brindan su tiempo al resguardo de la población en las calles del Cercado.

Ruth de 44 años es policía de la Municipalidad Provincial de Arequipa. Ella tuvo a su único hijo llamado David a los 29 años cuando trabajaba en el área de Limpieza Pública de la misma comuna, barriendo las calles aledañas al mercado San Camilo. Un trabajo muy arduo.

Durante casi dos años la mujer fue el sustento económico del núcleo familiar. Esfuerzo que el padre de David nunca valoró. Por ello, cansada de este difícil panorama decidió separarse sabiendo que no sería fácil, pero tampoco imposible.

Cuando David cumplió 2 años, Ruth lo inscribió en una cuna jardín. Algo que la ayudó por un tiempo, puesto que no se cruzaba con su horario laboral. Con el tiempo, ya en la primaria, contrató una movilidad para el traslado de sus vástago. El conductor de la misma conociendo la complicada situación de la madre la ayudó encargándose de que el pequeño llegara sano y salvo a su colegio y posteriormente a su casa.

La progenitora ingresaba a su trabajo a las 5 de la madrugada, a veces más temprano. Por ello, hasta ahora sus ojos se abren automáticamente a las 3. «David debía estar listo antes de que yo me fuera, por eso lo despertaba aproximadamente a las 4. Me iba y naturalmente se volvía a quedar dormido. Afortunadamente, tenía el apoyo del señor de la movilidad. Entre ambos lo despertábamos, él tocando mi puerta y yo llamando al celular de David”, cuenta Ruth un tanto melancólica por el momento revivido.

Pese a hacer todo lo que está en sus manos, la madre no puede evitar llorar lamentando no pasar más tiempo con su hijo. Refiriendo a su vez que es un pequeño esfuerzo a cambio de una enorme recompensa que es poder brindarle lo mejor a David.

Para el hoy adolecente de 15 años su madre lo es todo. Desde que tiene uso de razón la espera para comer juntos, aunque Ruth le haya dicho más de mil veces que no lo haga. Por ello, el día libre de la mujer policía es el favorito de David, ya que pueden jugar basketball en el parque de su barrio o quedarse echados en la cama viendo una película. En cambio, la relación que el menor tiene con su padre es distante. Sus vivencias la hicieron fuerte, capacidad que fue traspasada a su campo de acción. Por ello, nunca fue doblegada por los «facinerosos» que aparecen en su diaria vigilancia por las calles de Arequipa.

En el mismo espacio, pero en diferente horario está la serena de la MPA Adriana Villanueva, una mujer de 61 años tan carismática como el color rojizo de su cabello. La dama aparte de velar por el orden público, es una de las primeras conexiones que los turistas tienen al llegar a la ciudad. Ella patrulla la plaza de Armas y la calle Mercaderes demostrando que la autoridad está en la actitud.

Lamentablemente, ella contrajo a los 6 meses Poliomielitis (enfermedad que afecta a la médula espinal causando debilidad muscular y/o parálisis) que le imposibilita mover sus extremidades inferiores.

Debido a ello, la mujer pensó que nunca se casaría ni mucho menos tendría un hijo. Sin embargo, el tiempo se encargó de demostrarle lo contrario. Posteriormente Adriana conoció a su esposo Ruben, quien tiene problemas para caminar debido a una negligencia médica. Ellos coincidieron en un club de personas discapacitadas. Después de tantas idas y venidas, se dieron cuenta que la debilidad de uno era la fortaleza del otro uniendo sus vidas para siempre.

Fruto de este amor nació Adrián que está a punto de graduarse como ingeniero ambiental en la UNSA. «Mi casa está amoldada a mí, en la casa hago de todo. Críe y sigo criando a mi hijo como cualquier otra madre. Le cambié el pañal, lavé su ropa y lo acompañé en cada etapa de su vida», narra orgullosamente la serena.

Después de tantos años de miedo, la mujer quiso vivir la maternidad plena. La pareja se animó a tener otro bebé; sin embargo, sus sueños se vieron truncados cuando la obstetra les dijo que debido a la edad de Adriana (41) su embarazo podría presentar complicaciones. Sus expectativas finalmente acabaron cuando el albergue Chávez de la Rosa les negó la adopción de una niña debido a sus discapacidades. «Yo y mi marido sufrimos mucho durante esa época. Mi hijo me decía que quería un hermanito y no podía dárselo», cuenta melancólicamente la mujer.

Adriana también da lo mejor de su esfuerzo en su labor, siempre dispuesta a velar por la tranquilidad y la seguridad del centro histórico. Ella no duda en prestar ayuda a quien lo requiera y orientar al visitante.

El amor maternal es incalculable, un amor que nos protege ¡Feliz Día de La Madre! a todas aquellas que a diario luchan para sacar adelante a sus hijos y a las que ya no están con nosotros, pero cuyo legado es parte de nosotros.

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