LA PINTURA EN LOS TIEMPOS DEL VIRREINATO
Por Julio Lopera Quintanilla. (*)

El arte virreinal del Perú, es el arte que se desarrolló en nuestro país  entre los siglos XVI al siglo XVIII. Este periodo de la historia del arte del Perú  colonial, es singular y también autentico, es un arte original que sirve a una realidad multicultural y compleja  que es resultado de la fusión de las formas artísticas que introduce el colonizador español con elementos culturales y artísticos de la cultura inca y pre- inca.

El arte virreinal, no es, como afirman algunos, un arte que imita  modelos y conceptos europeos, sino, más bien, un arte muy rico que tiene características propias que se expresan en una arquitectura que deja como testimonio de una época admirables casonas e iglesias que tienen siempre interiores de gran belleza, una escultura muy minuciosa en los detalles que sintetiza diversos estilos  y una pintura  fascinante y de  gran personalidad.

La pintura virreinal peruana, una de las más ricas del período colonial,  es una expresión artística que tiene sus propios cánones; es, en gran parte, resultado de la influencia barroca y del influjo de la corriente manierista y flamenca. La pintura tiene su origen en diversos grabados y estampas europeas de la época, pero, posee  un  estilo propio, tiene su propio lenguaje.  

La pintura, que  durante el virreinato alcanzó gran desarrollo, tuvo en la época de la conquista algunos antecedentes importantes como el Retrato de Atahualpa que ejecutó  el conquistador Diego de Mora en en Cajamarca en 1,533. En esa época los extirpadores de idolatrías se esforzaban por hacer circular dentro del territorio imágenes de Cristo, de la Virgen y de los santos para ganar nuevas ovejas para el rebaño  del Buen Pastor. 

El arte virreinal tuvo en el campo de la plástica influencia de la pintura manierista, neoclásica y flamenca. Cobró gran fuerza de modo particular con el grabado. La corriente española se manifestó entre los siglos XVII y XVIII con la escuela  sevillana, más tarde derivó en el Barroco Americano cuando incorporó a su acerbo elementos  prehispánicos, dando lugar a un arte distinto y propio que concilió el estilo occidental con elementos artísticos indígenas.  

Durante el último tercio del siglo XVII, el Barroco, alcanzó su pleno desarrollo con los pinceles de  dos grandes maestros: Juan de Valdez Leal (1,622 – 1,690) y Bartolomé Esteban Murillo (1,618 – 1,682). Valdez Leal  pintó una serie de La vida de San Ignacio de Loyola para los lunetos de la nave del evangelio de la iglesia de San Pedro de Lima y Murillo ejecutó  un San José con el Niño para el Convento de los Descalzos de Lima.

Murillo y Valdez tuvieron un gran influjo en la pintura virreinal limeña, pero, quien tuvo una influencia aún mayor en la pintura peruana e hispanoamericana, fue el inigualable Francisco de Zurbarán (1,598 – 1,664), la escuela limeña, es depositaria del mayor número de pinturas  relacionadas con  su taller.

Entre las obras del  pincel de Zurbarán y de los aprendices de su  taller destacan varias series: la bella serie del Apostolado de San Francisco el Grande de la  sacristía del Convento de San Francisco de Lima, la hermosa serie de Santos Fundadores de Órdenes del convento de la Buena Muerte de Lima que comprende joyas de la pintura como un San Bernardo del pincel de Zurbarán y doce piezas del taller del maestro cuyos rostros y manos fueron pintados  por el mismo con una maestría sin par.

Destacan también  la incomparable serie de los Siete Arcángeles de la Concepción que está constituida por piezas  magníficamente ejecutadas por Bernabé de Ayala (1,620 – 1,664), distinguido discípulo de Zurbarán, se encuentra en el Monasterio de la Concepción de Lima. Sobresalen, también, entre las obras de los seguidores del gran Zurbarán la inigualable serie de los Hijos de Jacob ejecutada por Juana de Valera para el  refectorio de la Tercera Orden Franciscana de Lima, descuellan también entre las obras zurbanarescas las extraordinarias series La Vida de la Virgen conformada por diez lienzos, Vírgenes Latinas conformada por 24 lienzos, Los Césares  a Caballo, colección de 12 lienzos, todos en el Monasterio de la Encarnación de la capital.     

La pintura virreinal, alcanzó un alto nivel de desarrollo en el Cuzco, con figuras como Angelino Medoro (1,547 – 1,531), quien  dejó un valioso legado con temas de la Virgen, San Francisco, San  Buenaventura, San Diego y otros temas religiosos para los conventos de Los Descalzos del Rímac-Lima, de los Agustinos, La Merced, La iglesia de San Francisco de Lima dejando una estela luminosa que trascendió a la historia del arte. Esta etapa de la historia de la pintura estuvo  marcada por la gran influencia de Rafael, quien dejó una gran escuela y tuvo en el Perú  uno de sus más grandes representantes en el jesuita Bernardo Biti (1,548 -1,610), quien dejó  varios discípulos, entre los que destacan: Pedro de Vargas (1,553 -1,591) quien introdujo en la escuela cusqueña la técnica de la brocateria y el maestro Gregorio Gamarra (1,570 – 1,642), quien pintó la admirable Aparición de San Francisco al Papa Nicolás V que se encuentra en La Recoleta del Cuzco. Vargas y Gamarra continuaron el manierismo en el Perú. El estilo manierista está  señalado por rostros alargados y por una luz que focaliza rostros y manos en desmedro de paisaje y los detalles.

Entre los pintores mestizos y de origen andino, destacaron también los maestros: Juan Calderón (s. XVII- 1,660), quien decoró el Retablo de la Soledad de la iglesia de la Merced del Cuzco, Martín de Loaiza pintor y dorador quien ejecutó un San Pedro Nolasco para el Convento de la Merced del Cuzco y una serie de San Francisco para el Convento de San Francisco de Lima. Toda su obra se encuentra catalogada desde 1,648, Marco Rivera (1,630- 1,704),  quien pintó la pieza Nuestra Señora de la Concepción para el Convento de la Merced del Cuzco, el diestro maestro desempeñó un papel fundamental en la época pues introdujo la influencia de Zurbarán en la pintura cuzqueña

No puede dejar de mencionarse a Juan Espinoza de los Montereros y a Diego Quispe Tito. Juan Espinoza de los Monteros legó al Convento  de San Fráncico del Cuzco el  Epilogo de la Orden Franciscana en un árbol genealógico de doce ramas y La Inmaculada sobre el jardín mítico. Desplego  una gran labor entre 1,665 y 1,669. Diego Quispe Tito (1,611 – 1,681), dejó a la  iglesia de San Sebastián del barrio de San Sebastián del Cuzco siete ciclos importantes de pintura: dos pinturas sobre El Martirio y la Muerte de San Sebastián y seis dípticos sobre La Muerte de San Juan Bautista, obras sobre la vida de Cristo y una serie sobre la vida de los santos. 

La escuela cuzqueña, es la más importante de América española, se caracteriza por su gran originalidad y por ser resultado de la fusión de dos tradiciones artísticas; proviene por un lado de la tradición artística  occidental y por otro de la  tradición artística inca y pre inca,   refleja como tal,  la visión del mundo andino que es representada   por  pintores indígenas y mestizos. Esta escuela, al contacto con el arte inca y pre inca,  se fue alejando progresivamente del influjo absoluto  de las corrientes artísticas europeas  que predominaron al inicio de esos tiempos. 

La plástica  limeña, es asunto aparte, es una pintura marcadamente académica, movida por una clara intencionalidad dinámica y señalada por el Claro Oscuro. Resaltan en la plástica limeña cuatro grandes maestros: Francisco Escobar quien decoró la capilla catedralicia de las ánimas, Diego de Aguilera, Pedro Fernández de Noriega, y Andrés de Liébana quienes pintaron varias obras  sobre el tema de San Francisco  para el Convento de San Francisco de Lima.

Entre los artistas que destacaron en este periodo merecen destacarse también  los nombres de varios ilustres pintores: fray Miguel Adame, quien nos dejó los  retratos de Benedicto XIII y de Felipe V, rey de España (Monasterio de Las Nazarenas), Cristóbal de Aguilar quien pintó los retratos del poeta Pedro Peralta y Barnuevo,  del virrey De Amat y del virrey Hurtado de Mendoza (Universidad Nacional  Mayor de San Marcos), José  Bermejo quien ejecutó el famoso retrato  del Conde de Superunda. Así mismo, ejecutó varias escenas de la vida de San Pedro Nolasco para el Convento de la Merced de Lima.

En los tiempos del Virreinato, los artistas del pincel, contaron con valiosos recursos técnicos que les permitieron  acometer la tarea de  preparar los colores; siguieron los manuales de los conocidos maestros Francisco Pacheco (1,564- 1644) y Vicente Carducho (1,576-1,638). Más adelante, estos recursos técnicos se fueron combinado con otros recursos provenientes del acervo cultural pre inca e inca y se fueron integrando. Los colores utilizados en la época tenían su origen en pigmentos minerales y en colorantes orgánicos.

(*) Centro Cultural Unsa.

La pintura virreinal es un arte muy valioso que se inscribe en el concierto de la pintura colonial hispanoamericana. El conocido crítico Sebastián López señala en su libro Barroco Iberoamericano “El  carácter americano de este arte no reside en las formas mismas, sino en cómo estas fueron interpretadas”.

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