AQUELLAS MINUSVALÍAS QUE NUNCA FUERON MINUSVALÍAS

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Nada en el mundo puede llevarnos a sentenciar del modo más absurdo: “esto es bueno o malo”. Día a día recorremos el mundo y juzgamos cada acto de la creación como favorable o desfavorable. Creemos que tenemos la capacidad para darle una etiqueta de valor positivo y/o negativo a cada objeto o persona que percibimos con nuestros sentidos en el mundo y esa conducta no es menos que una injuria al real valor de todo aquello que ha sido creado.

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Cada ser de la creación tiene una esencia relativa y eterna en sí misma. Lo que para unos puede ser algo bello para otros será feo; recuerda, los cánones de belleza nunca podrán ser universales y vinculantes. Lo que para unos puede llegar a ser una conducta noble para otros puede pasar a ser una falta de respeto que debiera de castigarse ejemplarmente para que dicho acto no se vuelva a repetir en la sociedad.

Felizmente el mundo funciona en base a una forma de pensar tan disímil en tantos aspectos que da la oportunidad de poder proponer y establecer nuevas ideas, axiomas y supuestos.

Hoy vengo a decirte dentro de este mar de libertad de expresión que cada minusvalía personal tiene envuelta en su misma esencia el alma de la más grande realización. Vengo a decirte, a ti, ser humano iletrado en tantos conceptos de la ciencia, a ti, ser humano postrado y olvidado por el mundo en virtud de tu caminar desarticulado, a ti, amigo de existencias eternas y que lloras desconsoladamente por tu incomprensible alta sensibilidad, vengo a decirte que tienes la varita mágica en tus manos para hacer milagros y para disfrutar de una existencia lejos del páramo de la incertidumbre, la duda y la resignación racional.

Nuestras minusvalías, tanto en el plano físico como en el racional, siempre han sido juzgadas por la sociedad como “serias limitaciones” para desarrollar los roles que la sociedad exige a cada uno de sus componentes, pero ahora yo vengo y muevo las aguas tranquilas de tu postración, vengo y te llamo a la reflexión y te digo: “siempre has tenido en tu interior la herramienta necesaria para hacer realidad lo que te habías propuesto, hermano mío, levanta tu cabeza aletargada por conceptos de esclavitud emocional y contempla el cielo con esperanza, en ti está el milagro de la creación, en ti vive la fuerza del que crea con pasión y amor por la vida”.

De seguro, tú que gobiernas la vida con el mazo de la razón contemplarás con indignación mis palabras, mas yo te digo, no es la razón lo que satisface al ser humano más bien es el hábito de creer en sus capacidades lo que nos lleva a la suprema realización.

La razón es una cárcel dorada que aprisiona nuestra vida, que la engaña continuamente con el fin de no cambiar el status quo en el cual se desarrolla la vida en sociedad.

Si cada ciudadano del mundo comprendiera que no debe de hacer algo para estar alegre y fuese feliz por el solo hecho de tener un corazón latiendo en el pecho y por poder ver el mundo nacer de nuevo, de seguro el mundo sería un paraíso constante donde la comprensión y el trabajo en equipo serían una realidad maravillosa y la bondad una herramienta que todos emplearían para servir y dedicarse a su propia vida lejos de los artificios del individualismo, el egoísmo, la ingratitud y el marasmo de las normas políticas y económicas que buscan guiar nuestra existencia.

Si la comprensión entre seres humanos fuese el capital más importante que tuviésemos, entonces los conceptos de poder, soberanía y esclavitud quedarían sepultados en el olvido, pero mucha gente en el mundo desea que todo siga siendo igual, gente que vive extraviada en el concepto del desarrollo personal basado en la conducta narcisista y la adicción al poder, buscando satisfacer su ingrata necesidad pasando por encima del bienestar de los demás. Personas con las características destructivas antes detalladas pretenden un desarrollo y beneficio personal constante, imperecedero y patológico. Ellos antes que nadie quieren tenerlo todo, riqueza, poder de decisión y razón para destruir, y por consiguiente, no pueden considerar siquiera la idea que la gente se aleje de los patrones de consumismo y de los ideales de realización que ellos han trazado. Su hegemonía y su necesidad de creerse dioses están nefastamente desarrollados y sufren a diario con el miedo a perder lo que tienen y a la vez cada día buscan amasar más fortuna en base al esfuerzo de millones de sufrientes a lo largo de todo el planeta. Solo su beneficio vale, los demás no valemos, somos simples medios a través de los cuales alcanzan su realización. Estas personas han perdido el horizonte de lo que es la vida, su brújula se ha trastocado y en vez de señalarles el camino de las decisiones basadas en el ser humano como una finalidad les muestra el sendero de oro de la falsa realización personal.

Tú y yo lamentablemente hemos caído muchas veces en sus redes, hemos creído en su lenguaje de serpiente y nos hemos postrado a sus pies y creyendo lograr el ansiado desarrollo personal hemos eternizado su vanidad y a la vez hemos deshecho nuestra autoestima.

Ellos, miserablemente, nos han hecho creer que son los únicos que tienen la razón en el mundo. Ellos, de modo increíble, nos han despojado del respeto personal y nos han esclavizado con sus ideas de un mundo mejor basado en el capital y el consumismo.

Nos han vendido ingratamente una droga social de complacencia y sonambulismo y la hemos ido consumiendo sin darnos cuenta que, poco a poco, hemos dejado de ser quienes realmente hemos sido, seres libres y llenos de fortaleza para enfrentar las adversidades del camino y determinados desde nuestro nacimiento para triunfar.

Pero nos han quitado hasta nuestros más caros sueños. Nos han vuelto hijos de la duda y la zozobra y, poco a poco, hemos ido dejando la seguridad de nuestros actos y palabras y las hemos ido cambiando por la imposición del dolor de no tener, por la necesidad de alcanzar lo que los demás tienen, por competir y por destruir a todo aquel que se cruce en nuestro camino.

Nos han hecho creer que somos seres limitados, minusválidos racionales que no detentan la capacidad para poder tomar la más mínima decisión. Ellos se han auto etiquetado como los salvadores de la sociedad y por ello se han declarado seres superiores. Y los minusválidos hemos llorado tristemente nuestra funesta suerte, hemos llenado la mente de supuestos negativos y luego hemos acabado aceptando que llegamos al final de la repartición de cerebros y que ésa es la razón de nuestra ignorancia y falta de poder.

Nos maltratamos a diario pensando así. ¡Nunca hubo una cola para la repartición de cerebros, capacidades, fortalezas o poder alguno!

Ellos son iguales a nosotros, son seres con tantas limitaciones como tú o como yo y tienen tantas o más minusvalías que aquellas que dedujiste que tenías ayer.

Ellos te han engañado y tú te has dejado engañar. Te han vendido el sueño del poder y has comprado el de la esclavitud. Creíste que la vida se basaba en intentar ganar el control de las cosas y que si no se lograba había que aceptar el escenario de la sumisión.

Somos seres libres, seres extraños a las limitaciones de las minusvalías y a los conceptos errados sobre lo que es la existencia humana.

Las supuestas minusvalías que tú o que yo tenemos no son limitantes, óyelo bien, son palancas necesarias para alcanzar un mayor nivel de desarrollo personal.

Solamente aquel que le falta la vista puede contemplar un mundo con más brillos y tonos que aquel espectáculo que contemplan nuestros ojos. Solo aquel que es sordo puede valorar el silencio y la gracia del movimiento afectivo del rostro. Solo aquel que lleva la pesada carga del prejuicio en su mente puede desarrollar al máximo el concepto de igualdad entre todos los seres humanos. Solo aquel que ha llorado infamemente toda su vida puede recoger con regocijo las flores que han crecido en su camino de vida gracias al dolor que tuvo.

Siempre has tenido en tu interior la razón de la mayor alegría, pero nunca tuviste la lucidez que da la paz del alma para darle su real valor. Creíste que tu minusvalía era una limitación y por eso te entristecías. Ahora ya lo sabes, tu minusvalía es la herramienta necesaria que buscan los seres humanos a lo largo de su vida para alcanzar un nivel distinto de desarrollo basado en la auto aceptación y en la contemplación de todo lo creado.

Alégrate entonces, mira al cielo y agradece las bendiciones que has recibido en tu vida, enjuaga las lágrimas de tus ojos y respira profundamente, sonríe a plenitud y recuerda, la piedra que los arquitectos desterraron es ahora la piedra fundamental de tu vida.

DATO

No importa que los demás seres del mundo digan “qué pena que no tienes esto o aquello”, más bien alégrate porque dichas ausencias son las llaves para disfrutar a plenitud cada momento de tu existencia. El silencio es la clave del entendimiento de la voz, el dolor es la llave mágica que puede abrir el cofre de la felicidad.

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