Arequipa fue independiente desde 1824

Por Carlos Meneses Cornejo

Festejó la libertad del Perú desde la Batalla de Ayacucho.

La mayoría de los arequipeños consideran que sólo cuando Bolívar visitó esta ciudad en 1825, las autoridades de la época, los ciudadanos y el clero fueron obligados a jurar fidelidad a la libertad. Eso no es verdad.

Libertador Simón Bolívar.

Inmediatamente después de la Batalla de Ayacucho, ocurrida el 9 de diciembre de 1824, los arequipeños conocieron del triunfo libertador e hicieron festejos y juraron respeto por la situación política que empezó a vivir la República.

Lo prueba con documentos extraídos de la prensa de aquel entonces Francisco Mostajo, quien da detalles de las publicaciones y actividades que se cumplieron días después de la batalla en que se peleó la libertad de América.

El 30 de diciembre de 1824, el Cabildo Metropolitano se adhirió al triunfo de Ayacucho, reconoció al prefecto Otero y también supo de la elección del arequipeño Pío de Tristán, encargado del mando superior como virrey interino y capitán general del Perú.

El virrey Pezuela y los secretarios generales que representaban a España estaban detenidos o viajando en fuga y el designado Tristán, quien remplazaba al poder español, informó al general Sucre que el departamento de Arequipa se considera libre e independiente por el triunfo en la Batalla de Ayacucho, agradece y saluda la tarea del ejército libertador.

Antes de que Bolívar estuviera en Arequipa llegaron aquí algunos fugitivos militares españoles a quienes Arequipa no negó hospitalidad, pero les advirtió que no llegaran como gobernantes, sino como gobernados de una República.

Monumento a Don José Sebastián de Goyeneche y Barreda.

La Academia Lauretana a través de su socio Andrés Martínez realizó una sesión para halagar el gesto de la libertad y de Bolívar y el 6 de febrero de 1825, 4 meses antes de que aquí llegara Bolívar, el Cabildo había reconocido que vivíamos bajo la bandera de una Nación libre en la que nada tenía que ver la España de la que habíamos sido colonia.

En Cusco pasaba lo mismo y aquí entre el trayecto del final de La Antiquilla y lo que sería la casa del nuevo gobierno se pusieron las banderas a la libertad de los pueblos de Colombia, Chile, Buenos Aires y el Perú.

A su turno el nombrado virrey Tristán no hizo ninguna acción ni mandó hacer ningún sello en el entendido de que el periodo de gobierno que le correspondía realizar ya no era posible, pues el pueblo que debía gobernar era ahora una República, libre e independiente.

Los patriotas de Ayacucho habían declarado, después de la batalla definitoria, que no habría castigo para los que participaron de ella así que se ordenó al guardián de la iglesia de la Tercera Orden Franciscana de Arequipa y a los demás conventos, que por entonces había en la ciudad, que se les recibiera y bien tratara porque esta era una tierra defensora de libertades, pero hospitalaria como ninguna otra.

En similares términos, Sucre instó a los cusqueños a hacer lo mismo, a poner las banderas libres del continente y a no perseguir a aquellos que habían vestido el uniforme español, además Arequipa había tenido precursores de la libertad que fueron por igual civiles o clérigos o que representaron al pueblo nuestro en las negociaciones previas que sobre la libertad de América se hicieron en la propia España.

Arequipa se consideró libre después de la Batalla de Ayacucho.

Cuando llegó Bolívar había ocurrido y llegado a Perú el conocimiento de una invitación del rey de España para retirar al obispo Goyeneche y llevarlo a Granada (España) para que allí pudiese continuar su ministerio, pero Goyeneche declinó el favor, pues dijo que sus obligaciones le exigían mantenerse en Arequipa y al frente de los destinos del pueblo en que había nacido.

Entonces el pontífice que gobernaba la Iglesia católica le confirió la facultad de asistir a los obispos del continente como consejero y ratificó que no tuviera actitudes políticas que comprometieran su ministerio religioso; ante tal hecho ofreció un almuerzo al Libertador y prometió fidelidad a la República, al igual que el íntegro de los religiosos que habían entonces en Arequipa.

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