Las AFP y el apocalipsis

Por: Rubén Quiroz Ávila

Cada vez que se anuncia un nuevo retiro de los fondos de pensiones administrados por las AFP, estas despliegan en alineación y casi perfecta sincronización que se pone en peligro absoluto el sistema de pensiones, el futuro personal e incluso la existencia de la nación.

Es decir, repetidas veces y con los mismos argumentos insisten dramáticamente para intentar neutralizar la propuesta de que el dinero de los aportantes vuelva a sus bolsillos. Ofrecen, con buen respaldo mediático, que una propuesta de esa magnitud es un riesgo no solo para el usuario, sino también para el propio país. Es decir, es casi la llegada inminente del apocalipsis para los peruanos si se acepta ello. Pero vamos ya por el sétimo retiro de nuestro propio dinero y las causas de nuestro actual estado de cosas no está relacionado directamente con ese factor.

En general, el uso de una falacia de esas dimensiones trágicas suelen ser estratagemas cuyo fin principal es causar pánico generalizado y presión política para evitar que se tome esa decisión. Sin embargo, hasta la fecha no ha funcionado ni ha sido eficaz. Nuestra situación socioeconómica es tal que se opta imperativamente por el acceso a parte de esos recursos acumulados. Es decir, quienes lideran esas organizaciones yerran si siguen insistiendo en el mismo discurso apocalíptico. Además, suponen siempre que el peruano promedio es un irresponsable de tal magnitud que despilfarra su dinero. Sin embargo, los últimos datos indican más bien que ese flujo financiero, además de movilizar positivamente los recursos familiares, muestra, en la mayoría de los casos, un buen uso y genera, ya demostrado, un impacto significativo en las finanzas nacionales. El mercado responde más bien con provechosa dinámica.

Entonces, ¿porqué se insiste en una retórica que dramatiza que parte de ese dinero regrese a quienes la produjeron y sean ellos quienes realmente determinen su utilidad final? La única forma de persuadir a los usuarios es que la gestión de esos recursos tenga resultados concretos y beneficiosos para quienes, obligatoriamente, aportan. Es decir, las AFP ya tienen una ventaja inicial: la exigencia del aporte para todos los que ingresan al sistema laboral y cobran tarifas ventajosas y permanentes por esa administración. Pero han pasado décadas de su implementación y los resultados son más bien magros e, incluso, deficientes. En ese sentido, sus estrategias de propaganda alarmista son insuficientes y, fundamentalmente, erradas.

En general, se ha extendido la utilización de una narrativa apocalíptica para contrarrestar los argumentos de quien tiene una posición diferente respecto a los hechos. Esa manera de concebir la realidad no ayuda a establecer los puentes de diálogo imprescindibles y tampoco ayuda al fortalecimiento de la vida democrática que nos urge sostener.

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