Ser honestos con la vida

Por Willard Díaz

En una reciente visita a Moquegua tuvimos la oportunidad de conocer a la joven escritora Ximena Manchego y leer su libro “Rapsodia de madrugada” (2019), una mezcla de poesía y prosa lírica. Su obra “Cornucopia” está a punto de ser publicada por Siete Vueltas Editores. Poco antes de que vuelva a África, donde trabaja y reside, dialogamos con ella.

¿Eres moqueguana?

-Sí, nací y viví en Moquegua hasta los dieciséis años y luego me fui a Arequipa, allá estudié un año Ingeniería Industrial y pasé a la Católica de Lima donde seguí Ingeniería Civil. Me fui a República Checa y seguí un semestre de especialización, luego me fui de mochilera por toda Europa y parte de Asia.

¿Sola?

-Sí, me fui sola a Estambul, a Marruecos. A los 22. Cuando terminé mi carrera me volví al camino. Fui a Egipto, a Nairobi.

¿Y los estudios?

-Mi carrera es en Movilidad Urbana, diseñar espacios accesibles, apropiados para las personas. Hice una maestría en Holanda y estuve tres años en La Haya, ahí pasé el COVID.

¿Encerrada?

-No tanto como acá, lo que contaban mis familiares. Allá era todo más flexible: si quieres no salgas. Si alguien decía que no salgan a tal hora la gente iba a protestar y cómo es posible que no nos dejen salir. No llegó a colapsar el sistema de salud como acá, que según supe estuvo todo terrible.

Luego volví a Perú; conseguí trabajo en la ONU y me fui a Nairobi. Ahora estoy de vacaciones en Moquegua.

¿Tu lugar de vida va a ser en el extranjero?

-Sí. Me gusta venir a Perú de visita, pero ya enraicé en otros lugares.

¿Y cómo de ingeniera te dio por la literatura?

-Desde niña me gustó leer. Mi papá me dio “La vuelta al mundo en 80 días” y por quedar bien con él tuve que hacer el esfuerzo. Tenía seis años. Me preguntó y cómo fue, ¿llegó o no llegó a dar la vuelta al mundo? Pero yo no había podido entender el libro. A mis diez años él lo pensó un poco mejor y me trajo Harry Potter, y eso sí me enganchó. Empecé a leer más, muchos libros uno tras otro. Cuando llegó el momento de elegir carrera pensé me gustaría estudiar Literatura, pero tenía que ir a la Católica de Arequipa, y ahí no había Literatura.

Pero siempre he escrito. Postulé e ingresé a Literatura en la San Marcos, en Lima. Como no tenía tiempo lo dejé. Aunque no estoy entrenada formalmente, siempre está ahí la vocación.

¿Cómo empezaste con los poemas?

-A mis diecisiete años empecé a publicar en un blog, un amigo vio los poemas, se los pasó a otro amigo que era editor y salió el primer libro. Luego cuando ya estaba en Holanda hubo un concurso en Barcelona y me llamaron para publicar un libro. Ese es “Cornucopia”. Y ahora estamos preparando el tercer libro.

La parte fácil de todo esto es que escribo cuando me dan ganas, y luego veo qué podría funcionar en un libro. No planifico el libro, me abruma esa idea.

Sin embargo, dos proyectos tan distintos, planificar un espacio, una ciudad, y planificar un poema o un texto narrativo, algo deben de tener en común en ti, ¿no?

-En mi carrera yo hago muchas cosas técnicas, de diseño, pero todo tiene un fin social: mejorar la calidad de vida de las personas. Para diseñar voy a una calle, digamos acá en Moquegua. Digo acá debería haber esto, esto y lo otro, desde el punto de vista técnico. Pero lo más importante es hablar con las personas que usan la calle, entrevistar, conversar, por qué usas esta calle, por qué no caminas por acá. A partir de toda esa información uno recién puede diseñar, porque si no el diseño no va a estar enfocado en las personas.

En la escritura quizás busco hacer un poco de eso pero conmigo misma, descubrir qué me pasa, qué es lo que siento. A veces me cuesta identificar esas emociones, entenderme. Y si agarro un papel y empiezo a escribir sobre lo que siento, cuando termino lo leo y digo ah, eso era. Quizás lo común es una curiosidad por entender a las personas y a mí como persona.

Veo que te consideran una poeta moqueguana. ¿Tú qué sientes?

-Aquí he nacido, están mis padres. He crecido con mis abuelos. También he vivido en Arequipa y siento que tengo algo de arequipeña. Y está mi lengua, las palabras que aprendí viviendo acá. Tuve mucha curiosidad en que mis abuelos me cuenten sus vidas, tengo notas de todas sus biografías, de sus padres, sus abuelos, sus hermanos. Acá he crecido, he jugado, conozco sus calles, sus casas.

¿Y qué opinas del urbanismo de Moquegua?

-Aaaaah.

La risa es la respuesta. Otra pregunta…

-No.

Podría ser mucho mejor, la verdad. Creo que no debería haber carros en el centro histórico, hacer peatonal la calle Moquegua en el centro de la ciudad, hacer un estudio para reducir el tráfico y mandarlo a las vías alternas.

Pero, ¿hay vías alternas? Yo que vengo de fuera veo una ciudad larga con calles transversales muy estrechas. ¿Cómo combinar la geografía que es muy accidentada e irregular con el diseño urbano que tiende al modelo español de damero?

-Lo ideal sería un sistema de transporte apropiado, reducir el número de autos, crear quizás un tranvía alto.  Puede ser por la avenida Bolívar. Con un buen sistema público se puede reducir bastante el número de taxis. Hay muchas alternativas.

Hay una teoría que se llama Evaporación del Tráfico. Los vehículos se comportan como un líquido o un gas; toman la forma de lo que se les pone. Si pones una vía más ancha van a ocupar esa vía más ancha; si la ponemos corta o angosta se van a distribuir de forma casi autónoma. Cuando se cierran las calles angostas el tránsito no empeora. Acá estamos a tiempo de hacerlo.

Ni hablar de Arequipa.

-No sé ahora, recuerdo que tenía muchos, muchísimos taxis. Creo que ahora tiene un sistema integrado de transporte que está un poco mejor. Es problema de las gestiones. Se complica más porque uno tiene un proyecto, luego viene otro con otro proyecto. Si no hay una visión de largo plazo todo se vuelve más complicado.

Mejor regresemos a la literatura. ¿Qué temática te interesa?

-El amor, pero no solo el romántico. Escribo sobre todo tema que me inquiete, hago poesía social pero no la he publicado todavía. Hay tres temas amorosos que me llaman: digamos el amor de pareja; luego el amor de familia, tengo poemas dedicados a mi hermana que murió cuando tuvimos un accidente, yo tenía diecinueve, para mí fue un impacto fuerte; y tercero sobre mis abuelas. Por mi abuela, que era aimara, también escribo algo sobre Moquegua: las comidas, los paseos, las palabras, la infancia de mi abuela, que sufre de alzhéimer y me repite infinitas veces sus historias.

Tu experiencia de amor a la europea debe ser muy distinta a la moqueguana, ¿no?

-Definitivamente. Aquí estuve hasta los dieciocho años y ahora tengo treinta y dos. Ya soy adulta. De todas maneras sería distinta. Pero sí cambia también porque he conocido personas de otros países con otros entornos culturales, otras costumbres, otras formas sentir.

En Moquegua son conservadores: las parejas se conocen, conversan, hacen pareja, luego tienen que casarse, tener hijos. Hay un orden de pasos a seguir. En mis últimos años ha sido como otro orden en todo, y bastante bien, porque no hay una receta para el amor.

En el último Hay Festival conocí a una escritora española que hacía historias de pareja. En sus cuentos los personajes se conocen, luego tienen sexo y después se enamoran. A ti que eres un poco europea y un poco moqueguana ¿no te crea un conflicto eso?

-No tanto. Aunque soy moqueguana mis padres nunca han sido conservadores. Desde niña me han hablado de relaciones sexuales, me han mostrado todos los métodos anticonceptivos, me han dicho cuando quieras esto nos avisas.

Siento que he tenido mucha libertad, sabía cuándo quería algo y lo hacía. Por eso no he sentido conflictos allá. Era mi estilo.

¿Y sientes que eso pasa a tu escritura?

-Sí, me siento libre de escribir, creo que soy honesta con mi poesía.

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