Minería ilegal, narcotráfico y subversión

 Por Manuel Gago

Lo que sucede en Pataz (La Libertad) no es novedad. Bandas criminales asesinan con el fin de imponerse sobre la minería legalmente establecida por décadas. Aprovechando la debilidad del Estado estos hechos se multiplican y no son aislados, tienen un denominador común y están estrechamente vinculados. 

Tarde o temprano sucedería lo que sucede ahora. Hace más de treinta años estuve allí varias veces visitando las minas Poderosa, Marsa y Horizonte. Por la rigurosa seguridad en Chagual, la pista de aterrizaje de las mineras formales, pregunté y respondieron: es por el “orégano” (oro), señalando que, por un lado de la montaña estaban los senderistas y por el otro los narcotraficantes. Apostadas en la misma zona las dos mayores fuerzas enemigas con capacidad económica y bélica complotando contra el Estado y las instituciones republicanas. 

De primera mano, en esos años de terrorismo, en la Comandancia del Ejército en Huancayo, nos dijeron que los tiros de gracia a los “ajusticiados” por el senderismo fueron ejecutados por sicarios del narcotráfico. Ahora nos preguntamos si esta ola desestabilizadora y criminal está también vinculada al narcotráfico y minería ilegal. ¿Acaso las armas y explosivos de los desalmados que hoy matan sin ascos en cualquier lugar provienen de las zonas “liberadas” por el senderismo, sin que el Estado, con la ley en la mano, pueda intervenir?

Claramente la minería ilegal es parte de la destrucción de la política, economía y sociedad; alienta el desorden, la anarquía y la desobediencia; niega el imperio de la ley. Pero todo esto tiene un soporte político. No debemos olvidar que el exgobernador de Cajamarca, Gregorio Santos y Pedro Castillo impulsaron federaciones de mineros artesanales con intenciones electoreras. El fin era apropiarse de yacimientos y territorios mineros concesionados. Esta práctica conduce a la informalidad e ilegalidad, impulsa a los pequeños y micro mineros a realizar actividades mineras en lugares que no les pertenece y además prohibidos por afectar al medioambiente. Y como era de esperar, ciertas oenegés seudo ambientalistas apoyan este modelo mafioso, depredador y falsamente relacionado con esa minería milenaria que caracteriza a Perú.

Para resolver esta agobiante situación unos, con inocencia descomunal después de todo lo vivido, plantean la unidad nacional y exigen integridad a las autoridades y dirigentes sociales. Pues les tenemos malas noticias: ni unidad, ni integridad suficiente existen en un Perú poblado de gente que se regocija con el dolor del prójimo y magnifica las mentiras. Pululan los despiadados. Además, los enemigos del país, vestidos de salvadores, no descansan, están organizados, tienen medios suficientes para conducir al país hacia situaciones extremas. El mismo guion de antes, el que llevó a Alejandro Toledo y compañía (léase progresía, cierta prensa y furgones de cola) a la presidencia.

En México los carteles de drogas tienen zonas liberadas. En Bolivia Evo Morales ha iniciado un levantamiento con mercenarios provenientes del narcotráfico. En Perú, desde Ollanta Humala aumentaron las hectáreas de sembríos de hoja de coca y somos el principal productor mundial de pasta básica de cocaína. El futuro se muestra sombrío.

Finalmente, y para evitar confusiones, vale señalar que la minería formal paga impuestos y tributos, cumple con los requisitos exigidos por ley y opera en lugares permitidos. La minería informal opera en lugares permitidos, pero incumple requisitos y no paga impuestos. La minería ilegal opera en lugares prohibidos, y lo peor es que está asociada con la contaminación ambiental, el contrabando, la prostitución y otros males, y además violenta normas legales, económicas y sociales.

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