Mis novelas
Por Yuri Vásquez
Mi proyecto literario se encauza en el buceo y búsqueda de la literatura total, cuyo propósito es desplegarse en la multivalencia del Texto y Género, centrándose en los problemas y conflictos sociales y existenciales de la condición humana.
Creo que uno de los grandes problemas de la condición humana que experimenta la sociedad contemporánea es el totalitarismo del poder y el mercado. La Trilogía del hombre híper moderno lo contempla, desde los relatos: urbano realistafantástico de “Sonata para un hombre lejano”, hasta la meta ficción distópica-fantástica con reflujos realistas y existenciales de “Los últimos dioses del opio”. El tercer libro que completará la trilogía ahondará más este problema bajo el marco de la narración distópica ampliada, interrelacionando la narración con el relato policial, el melodrama, la tragedia, lo gótico, la ciencia ficción, la historia y la filosofía. Para la literatura total que concibo, todo texto y todo género se articula en una posibilidad infinita de creación y ficcionalización con los problemas de la condición humana.
“El círculo perfecto de la muerte” es mi última publicación. Inaugura la Trilogía de la novela policial que se irá publicando sucesivamente. Esta primera entrega es un relato de crimen de ficción que no se desenvuelve exclusivamente en los cánones del policial, sino que la recorre dos elementos visibles: el psicoanálisis y el contexto de comienzos del milenio, lo que creo da el resultado de una trama centrada fundamentalmente en la relación de los personajes con el Otro como individuo y el Otro como entorno social, factores de quiebre de la subjetividad y libertad del individuo, que determinan un comportamiento alienante, dominado por la violencia, la amoralidad y la degradación.
La novela trata de retratar el proceso psicológico del individuo con el Otro (un poco en el marco de las formulaciones de Jacques Lacan), y que lo representa Marcia, la víctima del asesinato, que es capaz de distorsionar la realidad y los deseos de Santiago Díaz, su asesino, y de Erika la amante de éste, hecho que posibilita a arrastrarlos a su propio crimen. Pero Marcia es víctima también del Otro, encarnado en sus conflictos existenciales interiorizados por una vida reprimida por valores sociales que la han impedido desenvolverse en una feminidad libre y justa. El Otro, como entorno social, representado por el contexto de finales del régimen fujimorista, el atentado a las Torres gemelas y la crisis del cambio climático por obra de la mano del hombre, también ejerce dominio sobre los personajes afectándoles como individuos al irradiar, desde el poder criollo y global, la instauración de la sociedad monovalente de comienzos del milenio, la formación de una subjetividad cínica y amoral, en que nada importa, ni la trasgresión legal, ni la corrupción interior del propio ser, en tanto que se pueda vivir tranquilamente, livianamente, sin remordimientos, desconociéndose a sí mismo como autor de un crimen, como le sucede a Santiago Díaz, que no se reconoce en su fuero interior culpable del asesinato de Marcia, no porque sufre enajenación mental, sino como resultado del escepticismo, relativismo y nihilismo que se han instalado en él, conducta que se condice justamente con el perfil de hombre líquido, del hombre posmoderno de la época.
La sociedad contemporánea, el posmodernismo, se encuentra en crisis y decadencia. Son más de treinta años en que se declaró “el fin de la historia”, en que el poder unipolar se instauró como la única realidad posible y que el nihilismo propició la formación de un hombre líquido y liviano, extraño a su propia individualidad, a su circunstancia existencial, al devenir de su entorno. Durante este largo período el ser humano se ha perdido en el bosque de la incertidumbre, en los vericuetos de la posverdad, en el relativismo extremo de negarlo todo, en la falta de conciencia —qué es un ser— en el mundo. Como consecuencia de esto, él y el mundo van a la deriva, y el desarrollo de la tecnología, en vez de conducirnos con sus avances a mejores fines, nos conduce al predominio absoluto de una tecnología mercantil y descartable movilizada desde las redes sociales, fragmentadas en el facilismo social del narcicismo, hasta la implementación de una inteligencia artificial, carente de control, y dispuesta a saltar amenazadoramente por encima de la realidad humana para establecer un proyecto post humanista.
Las consecuencias de la ideología posmodernista en el campo de la cultura, el arte y, en particular, la literatura, son de carácter deshumanizante. La realidad humana relacionada a la condición humana ha sido borrada radicalmente y se encuentra erigida como pose y moda el pequeño relato.
Pero el postmodernismo monovalente del fin de la historia y del hombre líquido cada vez se descompone y muestra su decadencia. En los años noventa se dieron dos visiones del mundo tras la caída de la Unión Soviética, la de Francis Fukuyama, precisamente con la declaración del “fin de la historia y el dominio absoluto de Occidente”, y la de Samuel Huntington, que previó “la insurgencia de Oriente contra Occidente a partir de la formación de nuevas potencias”. Los acontecimientos de los últimos años, por el enfrentamiento de un nuevo orden mundial han dado la razón a Huntington. Entonces, la realidad ha cambiado y está cambiando, y ahora es más visible que a comienzos de los noventa del siglo pasado, donde el ser humano es un ser atravesado por las contingencias de su existencia y devenir. Así estamos en condiciones de hablar de la decadencia del posmodernismo como ideología, sociedad y manifestación cultural y literaria. En Europa se abre paso el transmodernismo, que no es una manifestación más allá o por encima del posmodernismo, sino una amalgama plástica y dialéctica de síntesis entre el modernismo y el posmodernismo que da lugar a una nueva visión del hombre y el mundo.