Cien años de la muerte de Pedro Zulen (1925-2025)

Por: Rubén Quiroz Ávila

REFLEXIONES

Filósofo y bibliotecario, pero filósofo en acción permanente para cuestionar el orden de las cosas; y bibliotecario a tal punto que modificó la forma de concebir la sistematización y la custodia de la información. Hijo de padre cantonés, quien formó parte de la gran migración china cuyos resultados modificaron nuestra cultura, y de la peruana Petronila Aymar. Símbolo, por lo tanto, de esas profundas capas de mestizaje y la apertura de un concepto de nacionalidad que las raíces migrantes transformaron.

 Como activista persistente en favor de los derechos de los indígenas, junto a Joaquín Capelo y Dora Mayer, asumió que el futuro del Perú era imposible sino se entendía la igualdad entre todos aquellos que conforman la República cuyo proyecto seguía inconcluso. Por lo tanto, la segregación étnica, el racismo, serían obstáculos nefastos para que el país pueda alcanzar el progreso y, Pedro Su, al parecer su apellido original, dedicó toda su joven existencia a lidiar contra ello. Ya en su tesis para bachiller, La Filosofía de lo inexpresable: bosquejo de una interpretación y una crítica de la filosofía de Bergson (1920), rompe con el molde habitual de pensadores latinoamericanos acostumbrados a seguir las olas filosóficas europeas para, más bien, objetar profundamente los alcances del pensamiento hegemónico.

Esa posición tan lúcida de evitar el allanamiento del pensar y de no ser, como muchos seudofilósofos, tan solo una extensión más de algún famoso pensador es lo que hace de Zulen, al refutar esa compulsión, un intelectual libre, autónomo, creativo y liberado de las ataduras de seguir, como un discípulo sumiso, a algún erudito de moda. En pocas palabras, es un ejemplo de que filosofar no tiene que ver con ser experto en una de las materias o categorías difundidas por un promocionado intelectual, sino más bien, impugnar y deliberar si esas interpretaciones alcanzan para comprender mejor el mundo. Nada es más antifilosófico que la claudicación de debatir y discutir las ideas.

Este 2025 es el centenario de su muerte y hay que revisar los alcances de una vida intensa, consagrada a la construcción de un país mejor y para todos, con justicia permanente y sin coerciones. Un sueño que avanzó más allá de la especulación teórica, en la que fue uno de los más brillantes y agudos filósofos peruanos, sino en su práctica cotidiana, en su constante preocupación por hacer más equitativas las cosas. Nos dio una lección de valentía y entereza imborrable desde el enfoque de un sino-peruano, un extraordinario tusán, que reconoce la tradición milenaria china como parte de esa peruanidad naciente y enriquecida, realmente abierta, moral y socialmente, a concebir a las personas como tales, en la que su condición y existencia ya eran suficientes para reconocerlos como pares. Zulen nos ha dado más de cien años de reconocimiento y perseverancia, para quienes, como él, quisieron hacer del Perú un lugar para vivir.

Deja un comentario