VITAMINA A DE APRENDIZAJE

Hoy quiero compartir con cada uno de ustedes una serie de enseñas: la primera de ellas me la susurró a la conciencia un amigo hace algunos años y decía: “Toda historia tiene un inicio, pero nunca tendrá un final.

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra

Los caminos de las personas se entrecruzan a diario con un solo fin, aprender en base a la experiencia de otros. Todo aquello que necesitamos la vida nos lo da a raudales y cada uno en sí es una fuente de desarrollo. Somos seres bendecidos por tanto bienestar, pero muchos no pueden identificar esta maravilla y contaminan el mundo con ideas prejuiciosas que luego pasan a ser una realidad difícil de erradicar en sus mentes. La gente, vive confundida, vive ignorando todo aquello bueno que le sucede a diario, deja de ver sus virtudes y capacidades y torpemente anhela todo aquello que no puede tener o que no necesita. En fin, vivimos un tiempo de contradicciones en donde “más tenemos” y en donde sentimos un mayor número de ausencias y necesidades. Pareciera que nos alimentáramos día a día de insatisfacción y de la odiosa comparación”.

El mundo en que vivimos es un mundo de infamia y contradicción. Existen muchos, que deambulan allá afuera, que hablan de felicidad estando sus corazones tan llenos de tristezas, dictan charlas de sabiduría creyéndose eruditos y, hay tantos que hablan de verdad cuando en el fondo solo son estafadores e ineptos. La palabra sin sentimiento y la obra sin razón son como el cascarón de un huevo que nunca tuvo ni clara ni yema dentro, son como un capullo que nunca albergó mariposa alguna en su interior.

En fin, la vida está hecha de muchos eventos y situaciones destinadas a nuestro bienestar y que son parte de un programa de desarrollo existencial perfecto que hoy está muy lejos de nuestro entendimiento y que lamentablemente (por qué hoy algo nos duele) llegamos a juzgarlo como un plan de destrucción personal y, ahora que me fijo en todo esto que les digo, pienso y reflexiono sobre algo importante y que se asocia a la lección extraída: “si no tenemos la información necesaria para calificar un hecho a plenitud ¿cómo poder juzgarlo?” No existe modo y esa es nuestra realidad, grata felizmente, porque no vivimos bajo la tiranía de explicar cada cosa que sucede.

Y para explicarles mejor todo ello quiero compartirles una historia;

“Cinco idiotas caminaban por una ciudad llevando en su cabeza una pesada barca de madera.

La gente les preguntaba:

¿Por qué lleváis esa barca sobre la cabeza? ¿No os pesa? ¿No os entorpece la marcha?

Claro que es una molestia -dijo el primero de la fila.

Por supuesto que hace el camino más difícil -acotó el segundo.

Pero no somos desagradecidos -dijo el tercero.

Cuando veníamos para aquí -explicó el último-, teníamos que cruzar un vado. Las lluvias lo habían transformado en un torrente ancho y caudaloso. Si lo hubiésemos querido cruzar a nado nos habríamos ahogado. Tuvimos la suerte de encontrar esta barca y gracias a ella pudimos cruzar el río. Es evidente que gracias a esta barca estamos aquí… La llevaremos siempre somos nuestra cabeza en señal de eterna gratitud”.

Yo quería tener un día algo único, mío, que fuera eterno. Viaje por muchos lugares y me contamine de muchos parásitos mentales que me hablaban sutilmente, “Ellos” me decían, “se es feliz si tienes una casa y tu felicidad será eterna”, otros me decían, “ten un trabajo, aprópiate de él y vive feliz, también será para siempre” y otras voces mucho más fuertes afirmaba, “apégate a las personas, si les das un poco de amor ellas siempre te darán amor y nunca se irán de tu lado y serás feliz”. Creía en ellas (en esas voces), por ello busqué tener una casa y todo aquello que uno pudiera meter en su interior y saben lo que halle al final, solo vacío. Luego trabajé el concepto del trabajo y laboré mañana, tarde y noche y al final solo logré ser la mujer más explotada y a la que menos reconocían en su centro de trabajo y cansada e infeliz con las experiencias anteriores me aferré a las personas y un día tristemente descubrí que los seres humanos un día tienen que morir y que había sido una mentira que éramos eternos y sufrí más, me había acostumbrado a la presencia de mis padres, hermanos, pareja e hijos y de pronto, no había nada.  No entendía nada, había cumplido a cabalidad las distintas misiones que me había encargado los “parásitos mentales del mundo” y me sentía mal. Decidí entonces hacer silencio, decidí abandonar las ideas que habían florecido durante tanto tiempo en la mente y luego todo empezó a tener sentido, “no eres dueña de nada ni nadie, la vida no era una obra de posesión ni su cúspide era el sentido de la propiedad privada, la vida era en verdad un espectáculo de luces, era un campo de amor en donde el fruto de cada árbol era la correspondencia y la alegría del dar que se extrapolaba a tres conceptos maravillosos que nunca voy a olvidar: la conciencia, la constancia y la paciencia”. Ahí lo entendí todo. Todo aquello que había obtenido en la vida no había sido un error, eran cosas, labores y personas valiosas en su esencia, pero vacías en mi interior, el problema no era lo que tenía sino lo que pensaba y sentía de lo que tenía, deseaba que fuesen eternas y todo es temporal en el mundo menos la gracia de dar. Aprendí a despojarme de aquel equipaje que me hacía deambular en rodillas. Lo aligeré y de pronto empecé a tener el gozo de aquel que ha descubierto que es libre y en ese preciso momento descubrí este fragmento de la historia:

“Cuentan que Alejandro Magno fue a visitar a Diógenes y cuando estuvo enfrente de él le dijo:

Pide lo que quieras, que se te será entregado, soy Alejandro, el más grande conquistador de la historia, tengo infinidad de riquezas, pide.

¿Dónde está tu riqueza, que no pueda verlas? -le preguntó el cínico.

¡Estoy de paso! Por eso no las he traído, están en mi palacio.

Yo también tengo mis riquezas en otra vida, tengo todo lo que quisiera, solo estoy de paso por este mundo, así que aléjate pobre hombre lleno de riquezas terrenas que me tapas el sol”.

Aprendí que lo tengo todo y que solo estoy de paso por esta vida. Aprendí a llevar solo lo necesario en mi equipo de viaje. Aprendí a compartir mi aprendizaje de amor con cada uno de ustedes y, por consiguiente, aprendí a ser feliz.

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