Nuevo estatus internacional: prudencia y visión estratégica

Por Carlos Meneses

En un contexto global de tensiones y reconfiguraciones, ser aliado de Estados Unidos puede ser una oportunidad, pero también una prueba. El reto del gobierno será aprovechar los beneficios sin perder independencia ni equilibrio diplomático. La confianza internacional se construye con prudencia, coherencia y visión de Estado, no con gestos improvisados.

La reciente designación del Perú como aliado principal no miembro de la OTAN por parte de los Estados Unidos marca un hito en la política exterior y de defensa del país. El anuncio, confirmado por el canciller Hugo de Zela, representa un reconocimiento a la confianza que Washington deposita en el Perú como socio estratégico en materia de seguridad y cooperación militar. Sin embargo, más allá de los titulares, este nuevo estatus plantea oportunidades y desafíos que deben ser analizados con cautela.

Ser “aliado extra OTAN” no convierte al Perú en miembro del bloque militar, pero abre las puertas a beneficios concretos: acceso preferencial a financiamiento militar extranjero, participación en proyectos de investigación y desarrollo tecnológico, capacitación de personal y posibilidad de adquirir material bélico con mayores facilidades. Estas ventajas pueden fortalecer las capacidades de las Fuerzas Armadas y modernizar un aparato de defensa que, desde hace años, enfrenta carencias estructurales y presupuestales.

No obstante, el país debe asumir esta designación con una mirada estratégica y no dependiente. La relación con Estados Unidos, aunque beneficiosa, no debe implicar una subordinación política ni el alineamiento automático con su agenda internacional. El Perú debe mantener una política exterior soberana, basada en la defensa de sus intereses nacionales, su estabilidad regional y su compromiso con la paz.

Asimismo, este nuevo vínculo requiere transparencia y control democrático. Cualquier acuerdo en materia de defensa o cooperación militar debe ser conocido y evaluado por el Congreso y la ciudadanía, a fin de garantizar que los recursos y los compromisos asumidos respondan al interés nacional y no a coyunturas geopolíticas externas.

La modernización de las Fuerzas Armadas es una necesidad innegable. Pero este avance no puede limitarse a la adquisición de armas o equipamiento; debe incluir inversión en inteligencia, ciberdefensa, formación técnica y cooperación científica. Solo así el Perú podrá fortalecer su soberanía y contribuir efectivamente a la seguridad regional.

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