Las mujeres están indefensas
Por Darío Acosta y Jimena Velarde
Benito Olmo (Cádiz, 1980) es un escritor y guionista español especializado en novelas negras y thriller al que hemos entrevistado. Su obra combina tramas policiales con denuncia social y ambientaciones europeas contemporáneas. Varios de sus libros han recibido premios y nominaciones del circuito de novela negra y uno de sus títulos fue adaptado al cine. Olmo escribe una novela negra de corte contemporáneo que busca equilibrio entre trama policiaca sólida y fondo social: trata temas como violencia urbana, explotación, redes criminales e inmigración.
¿Cómo entiende usted la relación entre la experiencia personal y la ficción literaria?
B: Una vez que el escritor interioriza el oficio se enfrenta al mundo con ojos de escritor. No puedo hacerlo de otra forma, hace mucho que me cuesta disfrutar de la lectura. Cuando era niño leía, me emocionaba, pero ahora cuando leo, leo con ojos de escritor. Busco estructuras, repeticiones, busco claves, y me cuesta separarme. Yo miro la realidad con ojos de escritor.
Es igual en un arquitecto que mira un edificio. Si yo miro un edificio digo es bonito, es feo, y ya está. Un arquitecto ve tendencias, ve soluciones estéticas, ve cómo han hecho para colar esta columna aquí, por qué esa columna ahí es tan importante, ve cosas que yo no veo.
Un pintor mira un cuadro con ojos de pintor. Yo miro un cuadro, me puede gustar o no, pero él ve colores, él ve la paleta de colores, los materiales usados, las tendencias, ve otras cosas ¿no?
Entonces, es inevitable que todo lo que grabamos en la mente nos va curtiendo, lo bueno y lo malo. Creo que más lo malo que lo bueno porque es lo que más nos marca, no el carácter. La realidad nos influye tanto y no hay que tener miedo a experimentar y a probar cosas porque es la única forma de que los escritos después sean veraces. Yo no puedo escribir sobre una ciudad, por ejemplo, si no he estado en ella.
Tengo el ejemplo de una calle al lado de mi casa antigua de Cádiz. Es una calle donde hay un comedor donde unas monjas de San Vicente van a comer. A medio día flota en el ambiente de la calle un olor al puchero de monja. Un olor muy agradable. Hace una hora y media, que también han llegado de San Vicente, traen consigo un aroma a ropa sucia, a cuerpo sucio, a cama revuelta. Ese olor se mezcla con el del puchero y crean una fragancia inexplicable. Eso no lo puedes ver en Google ni lo puedes ver en un mapa. Tienes que estar allí para vivirlo y saber cómo funciona esa calle, saber qué tiene.
Imagínate todas las calles que tiene una ciudad, todas las historias que hay. Creo que por eso es tan importante experimentar la realidad y vivir mucho para poder escribir con cierta honestidad.
Hablando de eso, ¿alguna vez le ha jugado eso en contra? Yo veo que alguien va a hablar mal de mi ciudad, y es como que te da en el corazón.
Yo soy del sur de España, no sé si lo conocéis, de Cádiz. Una ciudad muy pequeñita, poco más que un pueblo. Realmente es un sitio peculiar. Cádiz es una ciudad que está cerca de África. Por lo tanto, es la puerta de entrada de toda la droga que llega a Europa. Tanto hachís como cocaína llegan por ahí y desde Cádiz se distribuyen a toda España y luego a toda Europa.
En Cádiz tenemos un problema que es la segunda provincia de España con mayor desempleo. Hay mucha pobreza, mucho desempleo, claro. Sin embargo, en Cádiz tenemos una cosa muy famosa, que es el carnaval. El carnaval de Cádiz es alegría, es cante, es música, es jolgorio en las calles, es una fiesta continua.
¿Qué sucede? Que Cádiz tiene fama de ser una ciudad alegre, con unas playas maravillosas, con mucha luz. Cádiz recibió hace años un eslogan en la empresa de turismo que era la ciudad que sonríe. Es Cádiz. Claro, el caditano está harto de ese tiquete.
Cuando describo Cádiz en mi novela describo un Cádiz real, la gente lo agradece, agradece que de una vez por todas quitemos ese velo, quitemos esa venda y mostremos como un Cádiz en el que hay problemas, hay desempleo, hay muchos problemas de droga, hay violencia, violencia doméstica también. Creo que es nuestra obligación moral contar eso.
Alguna vez ha venido alguien descontento. Oye, yo he venido a Cádiz una semana al año y no he visto ningún asesinato. Bueno, vaya suerte que has tenido, ja ja. Pero yo que sé, no significa que esto sea el paraíso, ni mucho menos.
¿Qué diferencia encuentra entre escribir desde la autoficción y hacerlo desde la no ficción?
B: Yo creo que, al final, escribir es la búsqueda de tu propia voz, de tu forma de contar, de tu forma de mirar, de tu forma de ver la vida, de la forma en la que tú percibes la realidad. Entonces, es una carrera continua. Cuando vas escribiendo cada vez estás más cerca de encontrar tu voz, de encontrar tu mirada. Y creo que por eso es muy importante que nuestras experiencias se reflejen. Porque yo, Benito Olmo de los años 95, no es el mismo que el de 2020 o el de 2010, por ejemplo. O el de dentro de 10 años.
Lo que has vivido te va convirtiendo, y te va dando una voz, una forma de mirar que antes no tenías. Entonces, al final, todo es autoficción.
La Maniobra de la tortuga, que es su obra más conocida, ¿está inspirada en personajes reales?
B: Sí, en esa hay dos tramas principales, la de un policía que llega a Cádiz y se encuentra con un crimen y tiene que investigarlo; y una trama paralela, la de una mujer víctima de violencia de género que recala en Cádiz, huyendo de su maltratador. Me documenté mucho para esto. Conocí el caso y me involucré mucho. Me metí en más situaciones. Tuve una pareja que trabajaba en una casa de chicas acogidas. Por las mañanas la llevaba al trabajo, en la moto. Y ella me decía, déjame en esa calle. Otro día me decía, déjame en el sitio de allí. Y otro día me lleva a un sitio diferente, déjame. Le digo, oye, dime donde trabajas, que yo te llevo. Y me decía que no puedo saber. Nadie puede saber, es un sitio secreto.
¿Por qué el miedo?
B: Yo decía, no se lo voy a contar a nadie. ¿Y si viene uno, o vienen dos, o vienen seis, y te cogen, te obligan a decirlo? Entras agravando la situación, ¿sabes? Este tipo de mujeres que huyen recalan en la cárcel, huyendo de su maltratador. Al final viven en una prisión continua. Viven siempre con miedo. Y el día que dejan de tener miedo, están perdidas.
Si quieres te cuento el caso que terminó de inspirarme para estudiar novela. Una compañera de la Universidad de mi novia conoció a un chico un fin de semana. Salía con las amigas y se encontró un chico que estaba con otros amigos, empezaron a hablar, se cayeron bien y se enrollaron. Y comenzaron a quedar. En ese momento no era el novio, pero era algo más que amigo, se reían, salían. Ella conoció más amigos de él, y él más amigos de ella. Alguna vez se quedaba también en casa del chico. Una relación bien. Un chico amable, cariñoso.
Y de repente, cuando pasaron dos semanas, este chico la acusó de querer engañarle, de querer dejarle. Y le dio una paliza de muerte.
Ella, con el tiempo habla de patadas, de puñetazos, de empujones. Una paliza terrible. Le quitó el teléfono, la encerró en la casa y se fue a trabajar. Ella empezó a llamar a los vecinos, a golpear las paredes. Vino la policía, la sacó y la liberaron. Sobre este chico tenían referencias, algunas órdenes de alejamiento de otras mujeres, no era su primera vez, ni mucho menos.
A mí se me da mucha curiosidad. No por la paliza, o lo que pensaba hacer cuando regresara del trabajo, sino porque durante dos semanas ese tipo fue un chico normal. Cariñoso, amable, dulce. Realmente estaba actuando. El verdadero ser es el que salió después, es el que tiene un montón de órdenes de alejamiento. Y luego esta chica, que tuvo que ir a declarar a su juicio. En España pasan esas cosas: la mandaron a declarar el mismo día que declaraba él a la misma hora. Y ella se dio cuenta y dio avisó. Si no fuese por eso se cruzaban. Y quién sabe lo que hubiera sucedido.
A mí me causa estupor, sobre todo la indefensión. Esta chica que va a la policía y la policía no se la toma en serio. El sistema está mal. Es un fallo estructural. Las mujeres están indefensas.
(Escuela de Literatura, UNSA)
