El legado de John Lennon

Por Gerardo DelVal

Lennon ha sido el músico más vanguardista de la música contemporánea, como en otros tiempos lo fueron clásicos como Beethoven, y tan comprometido, o más, con las ideas de modernidad, paz y progreso social.

Musicalmente sus obras de juventud con los Beatles habían llenado de energía y libertad las adolescencias y juventud de las generaciones de postguerra, a las que hoy nos llaman «boomers». Con tan solo veinticinco o veintiséis años ya había evolucionado hacia reflexiones adultas en “Help”, “Nowhere Man”, “Strawerry Fields Forever”, “A day in the life”, “All you need is love” o “I am the walruss”. En 1966 se había enfrentado a toda la caspa ultrarreligiosa norteamericana con su provocativo y realista «Para los jóvenes somos más famosos que Jesucristo». Y en 1968 y 1969 comenzó su vinculación efectiva con la lucha contra la guerra del Vietnam y los rescoldos del imperialismo británico en África. “All you need is love” no solo era una invocación bienintencionada, sino que era el preludio de “Revolution”, de “Power for the people”, “Imagine”, o “God”. En todas ellas, un tipo que ganaba millones y millones en la industria pop, se enfrentaba a los conceptos dominantes del capitalismo, de la religión como opresión y de todos los mantras culturales de postguerra.

Su salida de Gran Bretaña, su persecución en Estados Unidos por su música, sus letras y su liderazgo en las movilizaciones fue el preludio de su asesinato. John había cantado a favor de la independencia total de Irlanda del imperio británico, había cantado a favor de la líder negra y del Partido Comunista de Estados Unidos, Ángela Davis, a favor de los presos y su situación en Estados Unidos, y al final, tras la caída de Nixon, al sistema no le quedó otra que darle la residencia permanente. Pero John nunca pasó de ser un apátrida consentido, como en su día en la Inglaterra victoriana lo fue Karl Marx.

Cansado de soportar esa presión de los servicios secretos contra él y su familia, John estuvo cuatro años dedicado exclusivamente a cuidar de su segundo hijo, Sean, consciente de que la fama de los primeros Beatles le habían alejado de su primer hijo (Julian). Los cuidados fueron el centro de su atención durante esos años.

A finales de 1979 y principios de 1980 ya tenía un buen puñado de canciones geniales para reencontrarse con la sociedad. Pero el mero anuncio de su vuelta puso en guardia a la reacción en Estados Unidos y todo el mundo. El «tocacojones» de Lennon volvía, mientras Reagan era claro favorito para ganar a Jimmy Carter en noviembre de 1980. Así fue.

La madrugada del 8 al 9 de diciembre de 1980 un «loco» asesinó a John Lennon, el músico y creador más influyente del siglo veinte, y un compromiso político revolucionario infrecuente en un artista pop con ingresos estratosféricos. Sigo pensando que no fue un loco, no fue un error, fue una “decisión consciente” de los que no podían permitirse que John y, con él, millones de personas, tomaran conciencia de los riesgos del nuevo (viejo) liberalismo reaccionario y de la perspectiva de una Guerra Eterna, tal como la estamos viviendo en nuestros días.

Desgraciadamente el legado musical de Lennon ha sido constantemente monetizado y mercantilizado por su viuda (Yoko Ono) y por su ex compañero de grupo (Paul McCartney). Utilizar la inteligencia artificial (como ha hecho McCartney) para revivir un Lennon masticable para el sistema es un insulto. Utilizar a John Lennon para dulcificar y minorar su lucha contra el sistema (como sigue haciendo Yoko Ono en “One on One” u otro pseudoproducto mercantil) es inútil. Lennon sigue estando junto a todas y todos nosotros al frente de cada manifestación contra la guerra y contra el capitalismo.

En una de sus últimas entrevistas en 1980, John, lo dejó muy claro: sigo estando por la Paz y por el Socialismo.

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