La mirada solar tras “La máquina y una cabeza voladora” de Mario Carazas
Por Gabriela Caballero Delgado
Desde un promontorio o alguna ventana puede observarse el valle que cada vez es menos valle, una ciudad cuya heroicidad va reduciéndose solo a su nombre y donde la tierra se cubre permanentemente de más concreto.
Por un instante, semejante al pintor que se dispone a retratar un paisaje, el ojo que observa es capaz de detener el tiempo e inmovilizar la agitación de caminantes, desempleados, comerciantes, delincuentes, políticos, ebrios, manifestantes, sikuris y chamanes, amantes furtivos que buscan en el cuerpo del otro un bálsamo a su soledad… Todos ellos (todos nosotros), extensiones de un cuerpo único y gigantesco que se envuelve con la música de Pintura roja, Sex Pistols, David Bowie, el jazz de Coltrane, el ritmo del Chino, el Funkete del General, la tecnocumbia… Un organismo multiforme que se inmoviliza bajo la mirada de un poeta: síntoma y testigo de ese mismo cuerpo que se construye y deconstruye permanentemente, mientras transita en medio de una cartografía con lugares comunes de la ciudad de Tacna.
Este es, precisamente, el cosmos que Mario Carazas nos presenta en su poemario La máquina y una cabeza voladora, publicado en octubre de 2023 por la editorial Cuadernos del sur. El libro describe una ciudad orgánica, llámese Tacna, cuyo conocimiento se logra únicamente a partir de la capacidad de ver el conjunto. Gavrilo, alter ego del autor, es un peatón en la ciudad, un integrante más de este organismo urbano que, sin embargo, para poder convertirse en un visionario, necesita también distanciarse de la ciudad, ascender y mirar desde cierta altura. Esto significa hallar un espacio adecuado a fin de tener una mirada totalizadora y poder testimoniar las relaciones sociopolíticas de una ciudad convulsa que se extiende hacia el resto del país y el mundo. Así el poeta se convierte en un ojo solar que mira y de esa forma obtiene conocimiento en una sociedad fundamentalmente economicista.
La ciudad es entonces protagonista del libro, revelándose como un espacio de apropiaciones y transformaciones, maquinaria y símbolo de la sociedad actual, cuya máxima expresión y nivel estético se muestra en el poema “La máquina”. No obstante, hay también en el poemario un lugar íntimo donde yace la memoria de la infancia del poeta, su familia y juventud, los amigos que ya no están o donde se describe la búsqueda del encuentro amoroso como una forma de anular la sensación de separación que las personas tienen frente a los otros individuos.
Aunque la poesía, a diferencia de la narrativa, ha revelado mejor el alma de los autores, Mario Carazas siempre había optado por disfrazar sus heridas; pero, esta vez, ha decidido dejar al descubierto algunas de ellas. Se sentó en soledad frente a la pantalla y no ha tecleado cualquier cosa, se ha permitido sangrar sobre la página en blanco.