El Perú siempre ha sido así
Por Willard Díaz
Cuando el escritor Mario Suárez Simich visitó Arequipa para presentar su última novela conversamos sobre el vínculo que existe entre la novela histórica y la realidad nacional. Una de sus novelas, “El tiempo que muere en nuestros brazos” tiene como personaje a Mariano Melgar”, algo que pocos conocen. Otra está ambientada en la época de los inicios del Apra. Transcribimos aquí fragmentos de la entrevista.
P. ¿A qué se debe tu preferencia por la novela histórica?
R. Porque tenemos cinco mil años de Historia, tal vez más, y la desconocemos totalmente. La gente no tiene ni idea de lo que ha sucedido en el Perú, ni antes ni ahora. En nuestro pasado hay mucho de lo que somos y de lo que seremos.
Entonces la Historia encausa mi literatura, es casi todo lo que he escrito. Salvo una novelita de mis años de colegio, de adolescente, un homenaje a Reynoso. Es sobre mis años en el colegio La Salle, en Arequipa, de la época del cura Enrique Puertas, que se hizo famoso entre los alumnos de esos años, un tipo muy especial. Es la única novela mía contemporánea. Todo lo demás que pienso escribir es histórico.
P. ¿Y el tema de Melgar cuándo y cómo te interesa?
Yo he vivido aquí, casi ocho años en Arequipa. He pasado mi adolescencia aquí. Vivía en La Ranchería, en la esquina de Muñoz Najar con Jorge Chávez. La esquina era una tienda llamada La Ranchería y al lado estaba mi casa, mi puerta falsa en Muñoz Najar y la principal en Jorge Chávez.
He estudiado desde tercero de primaria hasta cuarto de media. He pasado aquí mi adolescencia, me he enamorado por primera vez aquí, he hecho el amor por primera vez aquí. Ya se sabe, uno es de donde pasa su adolescencia.
P. ¿Años?
R. Del 69 al 74 o 75. Ahí conocí a Melgar, y sobre todo lo arequipeño, he vivido impregnado de eso, la Arequipa de antes de la gran migración. Todo el mundo se conocía en la calle, se dejaba las puertas abiertas, tenías un amigo o un pariente en todas las oficinas.
Siempre digo que esta novela es un pago a cuenta de la insalvable deuda sentimental que tengo con Arequipa.
P. ¿La investigación histórica la hiciste en Arequipa?
R. Lo bueno que tiene Melgar es que desde el día en que empecé a investigar hasta el día de hoy la documentación casi no ha cambiado. Hasta ahora no se sabe exactamente cuándo nació Melgar, se sabe solamente cuándo lo bautizaron y a partir de ahí se supone, por el segundo nombre, que nació el día de San Lorenzo. El 11. De ahí no se sabe nada de la infancia hasta los pleitos del papá por la canonía de Majes. De ahí las notas del seminario. De la supuesta matrícula a Derecho en San Marcos, cuyos archivos se incendiaron, nada se sabe.
P. Y ni siquiera tenemos los autógrafos de sus poemas.
R. En Colombia hallan un archivo supuestamente original. Y jugando con esos archivos sale mi novela. El libro de Aurelio Miró Quesada “Mito y leyenda de Mariano Melgar” es el más creíble, separa el mito de la paja. No hay más.
Eso me permite jugar con la imaginación, porque no tienes casi nada.
Contaba García Márquez que cuando quiso escribir “El general en su laberinto” no podía hacerlo porque Bolívar escribía y recibía cartas en todo momento. Si ponía una fecha salía por ahí una carta con otra fecha. Entonces dijo: “Hago la novela cruzando el río Magdalena”, menos cartas.
Con Melgar hay más libertad. Se sabe que estuvo en Lima pero no qué hacía durante ese tiempo. Ni siquiera se sabe exactamente cuánto tiempo se quedó en Lima, se dice entre seis y nueve meses. Se regresó por el levantamiento de Pumacahua.
P. En cambio en tu novela “El carnaval de los espíritus”, según esto, tienes que sujetarte más a la evidencia histórica, supongo.
R. Claro, sí. Aquí hay registro, el levantamiento aprista, el general Ramírez, todo es histórico, pero nadie lo sabe. Es el momento en que el Apra acaba su “vocación democrática” y se alía plenamente a un golpe. Ellos ni los historiadores lo han tocado porque ese momento marca un punto de inflexión, de lo que es capaz el Apra por lograr el poder.
Pero tampoco la novela está centrada en eso. Es una novela policial, el detective es de ficción, pero los acontecimientos son históricos.
P. Cuando leí “El carnaval de los espíritus” más que lo histórico me llamó la atención la intriga policial. Y la entendí como una novela de género, como un homenaje a tu madre que leía muchas novelas policiales y a tu padre que fue durante treinta y seis años policía de investigación.
R. Es verdad. Pertenezco a la última generación que recibió el perjuicio de la novela negra. Mi abuela leía una revista que traía siempre un cuento de Agatha Christie. Siempre me ha gustado la novela negra, pero nunca estaba en mis proyectos escribir una. Ahora que ya he creado el personaje pienso escribir dos novelas más con el mismo personaje investigador. Una en el año 40 y otra en el 41. La primera empieza con la muerte del futbolista Víctor Vielich y acaba con el terremoto del 40. En medio hay una trama en la que están mezclados Julio C. Tello y el robo del patrimonio cultural y las reliquias. Empieza en la huaca Mateo Salado y acaba en el malecón del Callao, en un supuesto duelo a la antigua entre mi detective y Armando Villanueva del Campo. La siguiente será el 41, durante la guerra con Ecuador.
P. ¿Tu detective irá ascendiendo de grado?
R. No, es el mismo. Las tres novelas siguen la transformación del detective. El camino que va de la novela policial a la novela negra. Al comienzo el detective es un caballero blanco, como Sherlock Holmes; en el segundo paso viene el detective justiciero, que salta la ley pero en plan de justicia; y ya en la novela negra el detective va contra la ley, ya es su criterio, su justicia, su verdad, apoyadas en el poder que le da ser detective. En mis tres novelas mi personaje va a pasar por esos tres estilos.
P. ¿Ya las tienes acabadas?
R. No, me falta investigación. Ya tengo los escenarios, pero me falta algo sobre Julio C. Tello. Imaginar qué es lo que piensa sobre vender el patrimonio. Algunos lo acusan de venderlo, pero otros piensan que lo defendió. Vamos a ver qué pasa con esto.
En la otra uno de los personajes va a ser Abelardo Quiñones.
P. Bueno, como dice tu detective al final de la primera novela, “El Perú es una larga y sangrienta crónica policial”. Es una visión penosa del país, ¿no?
R. Pero es así. Mi personaje intenta mantenerse crítico dentro de lo normal, aunque sus reflexiones sean equivocadas pero son propias de la época. Me han dicho que en mi novela es absurdo que haya un personaje que sea diputado aunque no ha acabado el colegio. Claro, a nadie se le ocurre que en 39 eso fuera posible, pero ahora sí, ¿no?
Ese tipo de cosas pintan al Perú: que siempre ha sido así.