Crisis ambiental por la guerra

Por: Luis Luján Cárdenas

REFLEXIONES

La guerra no solo está causando la muerte de miles de inocentes jóvenes, sino también está generando una severa crisis ambiental en centenares de ciudades, amén del empobrecimiento, el trauma psicológico y la miseria de millones de habitantes, ante la cómplice mirada de las poderosas naciones y los grandes foros que rigen el actual statu quo global.

(Recordemos, a propósito, el 6 y 9 de agosto de 1945 cuando dos bombas nucleares estadounidenses cayeron sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, muriendo más de 200 000 habitantes, cuyos cadáveres de mujeres, niños y hombres, originaron una macabra crisis ambiental sin precedentes en el planeta, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. Nunca se supo el número exacto de muertes, no hubo justicia por el delito de lesa humanidad y se negó tajantemente que la radiación iba a tener consecuencias en el devenir del tiempo).

Setenta y nueve años después, el poder, la ideología y la defensa del sistema –en una absoluta ausencia de humanismo– siguen nublando conciencias y los conflictos armados y la contaminación a gran escala continúan siendo una constante en nuestra vida individualista, egoísta, consumista, dineraria y de falsos valores, es decir, la cultura del “éxito”.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) acaba de alertar que más de 40 millones de toneladas de escombros, las bombas sin explotar, el plomo de paneles solares destruidos, los químicos de la industria, los residuos médicos, la destrucción de los servicios de agua y saneamiento y de las plantas de tratamiento, así como… ¡los restos humanos atrapados en viviendas y edificios! suponen “un riesgo para la salud humana y el medio ambiente” (sic), y deben ser tratados “con sensibilidad y de manera apropiada” (sic).

Qué tragedia más grande en territorio palestino, donde a la fecha más 40 000 personas han perdido la vida y cerca de 100 000 resultaron heridas, donde las mayores víctimas son mujeres y niños. Y qué dolor por el atentado de Hamás en Israel, que causó 1200 fallecidos y la tenencia de rehenes desde hace diez meses.

Lamentablemente, no se puede hablar solo de contaminación, sino también de genocidio, de desaparición de ciudades enteras y del impacto emocional mayúsculo de los habitantes afectados. El daño es sistémico, irreparable, de lesa humanidad, donde el diálogo tristemente ha sido reemplazado por la estupidez y la insania.

De qué vale tanto desarrollo de la ciencia, la tecnología y las comunicaciones; de que vale enorgullecerse de las sociedades del bienestar; de qué sirve pregonar y defender la “democracia” y el “mundo libre”, cuando desde hace un millón de años, los seres humanos son la peor especie animal de la naturaleza.

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