La educación vacía

Por: Rubén Quiroz Ávila

REFLEXIONES

En el Perú, algunas veces, construimos simulaciones con naturalidad. Es decir, decimos, declaramos, manifestamos públicamente una serie de valores, principios, pero hacemos otra cosa. Eso suele acompañarse de la descripción de lugares comunes que encajan con los sesgos cognitivos más instalados y, de esa manera, se baja la guardia ante los engaños. El sistema educativo, incluido el universitario, no escapa a esa impostura compartida.

Por ejemplo, todas las universidades declaran que buscan la calidad educativa. Evidentemente, nadie podría oponerse a ese objetivo tan imprescindible. Varias universidades peruanas lo están logrando. Imagínense, ahora, que en un acto de sinceridad absoluta alguna organización manifieste que no busca la calidad, que su sistema tiene fallas de gestión graves, que carece de la infraestructura suficiente para organizar la enseñanza-aprendizaje, que simula sistemáticamente la investigación científica reconociendo que sus papers forman parte del fraude, que no se preocupa por vincular a sus egresados con las redes laborales, ¿se matricularían en ese lugar? Es probable que no, salvo que, a pesar de la evidencia declarada, por una extraña o patológica razón, uno quiera ser conscientemente estafado.

Por ello suelen establecerse sistemas de control y validaciones oficiales. Un procedimiento de vigilancia pertinente y protectora de los derechos ciudadanos a una educación de excelencia. Un régimen de información acreditado que permita una correcta elección al estudiante y que elimine los riesgos de un ardid bien planificado. ¿Ello existe en el Perú? Por un momento pareció que sí, pero fue considerado intervencionista y con una vocación liquidadora. Un tercio de las universidades peruanas fueron eliminadas y las razones tenían, en muchos casos, opacidad y argumentos inciertos. Ahora, vaciada de significado y eliminada de su naturaleza por la cual existe, la convierte en una modalidad burocrática irrelevante. Sin embargo, el descontrol premeditado es un peligro letal para la educación peruana.

Estamos ante un dilema fundamental para la educación. Podría parecer un estado de libertad extremada, bajo el supuesto hiperbólico de la madurez y el compromiso con el país de las universidades, empero, sospechamos, que ello más bien podría significar una profunda distorsión del mercado, lo cual perjudicaría a aquellas instituciones que tienen orden y madurez. No se puede competir en igualdad de condiciones con aquellas que, sin validaciones formales y serias, aprovechan las brechas para colarse en el sistema educativo. Pero lo más grave es que podría significar un timo de tal magnitud que provocaría un retraso épico en el avance de nuestro país en la formación del talento humano. Las excelentes universidades que aún persisten, y son líderes, no deben permitir esta peligrosa flexibilización de los hitos de control de calidad, que es un triunfo pírrico y será un desastre para el futuro.

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