BARACK OBAMA Y LAS CARTAS DE CIUDADANOS

Por: Edgard Norberto “Beto” Lajo Paredes

La Presidencia de la República del Perú, tiene una oficina donde los ciudadanos entregan cartas, memoriales, peticiones dirigidas al jefe de Estado; siempre tuve la certeza que no las lee, ni siquiera llega al Despacho; las mismas son derivadas al ministerio correspondiente, con la anotación, sírvase atender.

Leyendo el libro “Una tierra prometida” de Barack Obama, dos veces Presidente de los Estados Unidos (2009-2017), incluye una carta de la ciudadana Nicole Brandon, le dice: “Apreciado presidente Obama: Hoy me han informado de que a partir del 30 de junio de 2009 me uniré al rápidamente creciente número de desempleados de este país… Hoy he aprendido que puedes tomar todas las decisiones correctas, hacer todo lo correcto, y aun así puede que no sea suficiente, porque tu Gobierno te ha fallado.” (p. 321).

Esta es una trascendental reflexión que nos debe decidir, a los ciudadanos, poner interés en la elección de autoridades (votar por los capaces, no por los rapaces), en la gestión gubernamental (que sea eficiente, participativa y ética), en los resultados de las decisiones (conocer si son positivos o negativos), para rectificarlas o ratificarlas.

El primer afrodescendiente de la Casa Blanca, escribe: “Cuando leía las cartas de los electores sentía con mayor intensidad la seriedad de mi trabajo. Todas las noches recibía un lote de diez de ellas – algunas escritas a mano; otras en forma de correos electrónicos impresos-, pulcramente ordenadas en una carpeta morada.

Amenudo eran lo último que miraba antes de acostarme. Lo de las cartas había sido idea mía: se me había ocurrido el segundo día en el cargo. Pensé que una dosis regular de correo de los electores sería una forma eficaz de salir de la burbuja presidencial y escuchar directamente a quienes servía. Las cartas eran como un gotero intravenoso del mundo real, un recordatorio diario del pacto que había adquirido con el pueblo estadounidense… Insistí en ver una muestra representativa (No quiero solo un montón de alegre cháchara de simpatizantes, le dije a Pete Rouse, que ahora era asesor principal…). Aparte de eso, dejamos en manos de nuestra Oficina de Correspondencia la tarea de elegir cuáles de las cerca de
diez mil cartas y correos electrónicos que llegaban diariamente a la Casa Blanca pasaban a formar parte de la carpeta.” (p. 322).

Varias veces escuché “vox populi, vox Dei” (la voz del pueblo es la voz de Dios); en varios artículos propuse: así como hay la Oficina de Relaciones Públicas e Imagen Institucional, se encarga de difundir las acciones, obras y decisiones del gobierno, a la ciudadanía; así debe haber una Oficina, encargada de escuchar a la opinión pública, mediante las radios, donde los vecinos expresan sus reclamos,
denuncias, quejas, indignaciones, comentarios, etc., las cuales deben ser conocidas por las autoridades, a fin, de atender, evaluar, admitir y acoger; dando respuesta, por el mismo medio; crea un vínculo de los gobiernos con el pueblo, se genera confianza, se enriquece la gestión pública, habría gobernabilidad y legitimidad.

“La mayoría de las veces eran peticiones urgentes de ayuda, y yo contestaba en una tarjeta que llevaba grabado en relieve el sello presidencial, explicando los pasos que estábamos dando para relanzar la economía y ofreciendo todo el aliento que podía. Luego marcaba la carta original con instrucciones para mi personal. Ver si el departamento del Tesoro puede consultar con el banco si hay alguna opción de refinanciación, escribía. O bien: ¿Tiene el departamento de Asuntos de los veteranos algún programa de préstamos en esta situación? O simplemente: ¿Podemos ayudar? Eso solía bastar para captar la atención de la agencia pertinente.

Ellos se ponían en contacto con el autor de la carta, y al cabo de unos días o unas semanas yo recibía un memorándum de seguimiento explicando las acciones emprendidas en su beneficio. A veces la gente obtenía la ayuda que había pedido: la salvación temporal de su hogar, un puesto en un programa de formación.” (p. 323).

“Apreciado presidente Obama: Estoy seguro de que nunca leerá esto, pero he pensado que le gustará saber que un programa que usted inició ha sido un auténtico salvavidas… Tras leer la carta la guardaba, y cogía una tarjeta para escribirle una breve respuesta a la persona en cuestión.” (p. 370).

La comunicación epistolar del presidente de la potencia mundial, con su país, fortaleció la democracia, definida por Abraham Lincoln, como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. En la concepción hayista e indoamericana, la democracia es poner el Estado y el mercado, al servicio de la sociedad civil, refutando al neocomunismo, el pueblo al servicio del Estado, y al neoliberalismo, el hombre al servicio del mercado.

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