¿Importa en qué universidad obtienes tu título?
Por: Rubén Quiroz Ávila
REFLEXIONES
Sabemos que solo un tercio de la población en edad de estudiar en la universidad lo hace. En todo caso, es la que puede. Dentro de ese universo estudiantil hay quienes le dan un valor relevante al título de la universidad en la que la obtienen, aunque no por las mismas razones.
Tener un título universitario aún tiene una condición de prestigio social y da, todavía, una ligera ventaja en los horizontes laborales, pero no para todos. El posicionamiento de la universidad de la cual egresan sigue jugando un rol para los empleadores, pero el estudiar en la universidad tiene un valor en sí mismo que, en el imaginario popular, está muy instalado. Se entiende que es una elección racional en la que están involucrados varios factores, siendo, tal vez, la calidad educativa que se ofrece una de las más decisivas. Sin embargo, hay otros componentes que, para una visión más realista, son incluso más decisivas que aquella que se decanta por la calidad ofertada. Hay más fe y anhelo que análisis basado en los hechos. Porque los humanos no nos movemos necesariamente por ser racionales.
Los mecanismos de elección pasan también por la capacidad de financiar, en el caso de las universidades privadas, una carrera en los cinco años promedio que resulta seguirla. El mercado universitario ha respondido con precios que oscilan entre pensiones equiparables a Europa y, aquellas, que, bajo la estrategia de economía de escala, proponen pagos accesibles. Es obvio que para un país empobrecido como el nuestro y ante la reducida cantidad de vacantes de las universidades públicas, una mayoría abrumadora de estudiantes han optado por pagar lo que les permita sus oscilantes bolsillos. Eso explica la considerable población estudiantil en las universidades que tienen costos bajos y que, además, han descentralizado sus locales a todo el país. Esa combinación de precio y ubicación ha generado un posicionamiento ventajoso de las universidades masivas. Y tienen casi el 50% de toda la población universitaria peruana y, comprensiblemente, siguen en crecimiento.
Si la estadística fuera un indicador suficiente de la tendencia estudiantil, es decir, que un alto porcentaje opte por universidades con pensiones manejables, estamos ante un escenario que es una oportunidad ambivalente para otras propuestas ante una demanda insatisfecha. La respuesta actual es, por un lado, la creación de más universidades privadas y públicas; y, por otro, la ampliación de las modalidades de estudio a ser abiertamente on line. Quebrados ya los hitos de control de calidad básicos, en la práctica convirtiendo en inexistente cualquier órgano supervisor, lo que sigue es una eclosión de nuevas universidades de todo tipo. Ante la ausencia de un ente con suficiente autoridad para gestionar esta vehemencia, es factible pensar que estamos ante el regreso de una situación de pre reforma universitaria.