NUESTROS LENTES MENTALES (1° PARTE)

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia

Nuestra percepción del mundo depende de aquellos juicios que respecto de ese mismo mundo hacemos. El mundo tal y como lo conocemos es una creación abstracta de nuestra mente que se basa tanto en nuestras percepciones, sensaciones, historia de vida, sentimientos presentes y antiguos, pensamientos de nobleza y de destrucción, experiencias y explosiones genéticas y neuronales. Todo ello conjugado de un modo dado da como resultado: el mundo.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

El mundo en sí, no es lo que vemos, es aquello que creemos que vemos. El mundo no es lo que oímos, es aquellos que logramos oír. El mundo no es aquello que tocamos, es lo que podemos tocar y sentir.

Nuestra realidad no es la realidad de otros. El hecho de percibir un acto como bueno no significa que para todas las personas de nuestro entorno dicho acto sea bueno, ya sea de modo temporal y de manera absoluta. Todos percibimos de un modo distinto las cosas, los hechos y las circunstancias que nos tocan vivir. Por eso no hay un juicio absoluto sobre la existencia, hay sólo posturas, posibles explicaciones e hipótesis inconclusas sobre lo que es realmente la vida de cada uno de nosotros.

Tan distinta es nuestra forma de interiorizar el mundo que si reunimos a cinco personas alrededor de una mesa de comedor y les ofrecemos el mismo menú italiano y cinco días después les pedimos que nos contasen aquello que sucedió en la cena del menú italiano, cada una nos contará de un modo similar varias cosas que acaecieron y a la vez también narrarán hechos y situaciones disímiles una de otras. Todo ello basado, por supuesto, en el modo propio que cada una de ellas vio, oyó y sintió dicho momento de su existencia.

Por lo antes señalado se podría entonces señalar que no hay una realidad absoluta sino una realidad fruto de la creación de cada ser humano, que pueden ser similar en muchos aspectos y que a la vez es diferente en otros, todo ello fundamentado en la importancia que le dimos a cada evento sucedido y al proceso de integración de recuerdos que asumió nuestra mente gracias a nuestras experiencias previas y a nuestra particular bioquímica cerebral.

Pero eso no es todo. Cada ser humano es un propio mundo. Cada ser humano tiene distintas capacidades, fortalezas, limitaciones y minusvalías para poder llevar a cabo su proyecto de vida. A la vez cada ser humano tiene experiencias acumuladas en el gran baúl de los recuerdos de su mente. Ese baúl tiene muchos compartimientos, uno profundo en donde se halla la gran mayoría de nuestras vivencias condensadas en pequeñas notas y otro compartimiento más superficial, en donde los hechos de mayor trascendencia emocional se hallan escritos en pergaminos hermosamente elaborados y que están, por así decirlo, siempre a la mano cuando hay que razonar o dar solución a una situación, problema u obstáculo vital.

Son dichos pergaminos de nuestra vida aquellos que determinan cuales nuevos sucesos de nuestra vida se convierten en vanos recuerdos y cuales se vuelven recuerdos trascendentales que marcan nuestras emociones y nuestro modo de tomar decisiones.

A la vez, dichos pergaminos, determinan el modo y la forma en como vemos las circunstancias que se suceden día a día. Son aquellos que nos permiten catalogar como problemas aquellas circunstancias sin solución que encontramos en el camino de nuestra vida. Son aquellos que aumentan de tamaño dichas situaciones sin respuesta y que por consiguiente, condicionan aquella horrorosa sensación de estar ahogándonos en un vaso con agua.

Son a la vez, dichos pergaminos, aquellos que nos hacen ver narcisistamente los problemas del camino de la vida como circunstancias que no tienen ningún tipo de valor en nuestras existencias y a las cuales no hay que prestarles atención alguna, por ello son aquellas razones por las cuales un día, casi sin darnos cuenta, nos veremos ahogados por todos esos problemas no resueltos que se fueron juntando una tras otro y que de tanto amontonarse formaron una marea que buscará solamente ahogarnos.

Nuestra forma de ver los problemas, si es aquí hemos definido a las circunstancias no resueltas de nuestra existencia que se van encontrando en el sendero de la existencia, determinan el destino final de dichos problemas en nuestro proyecto de vida.

En virtud de estas observaciones se puede señalar que dichos pergaminos determinan una visión distorsiona de nuestros problemas, son aquellos pueden hacerlos más grandes de lo que son y por ende volverlos amenazadores y a la vez pueden minimizarlos de tal forma que los consideremos insignificantes.

Ninguna de las dos formas de ver los problemas es la correcta pero dichos pergaminos, sin que se los hayamos autorizado, actúan como lentes mentales que distorsionan nuestra apreciación del mundo.

Del mismo modo, si hemos dado por denominar a esas circunstancias sin respuesta de nuestra vida como oportunidades, dichos lentes mentales, determinarán, sino tenemos cuidado una sobredimensión de las oportunidades que nos tocan vivir o por el contrario nos harán darle poca importancia a una oportunidad de desarrollo.

Una observación clara, ya sea de nuestros problemas o de nuestras posibilidades de desarrollo se da en el hecho de darle a cada hecho o acontecimiento su tiempo y lugar, se basa en no darle ni una mayor ni una menor importancia a cada uno. Recordemos, no hay problema grande ni pequeño, lo único que enfrentamos día a día son problemas, nada más.

A la vez también debemos de interiorizar que cada oportunidad de desarrollo es única y valedera por si misma. No hay oportunidad más grande ni más pequeña, todas las oportunidades son iguales, distintas y valiosas a la vez.

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