Identikit del candidato
Por: Juan Carlos Rodríguez Farfán

Para ser candidato exitoso en el Perú hay que tener prontuario. Es preferible ser condenado, reincidente o con un juicio en materia penal en curso. El ciudadano honesto no tiene casi ninguna chance para ser elegido. Esto que parece una exageración es, sin embargo, la regla de oro en la actualidad. Los partidos políticos, que son más bien franquicias para delinquir, no cuentan, como tampoco, están interesados en construir un ideario o un proyecto para el país. El único interés es el beneficio personal de quienes lo dirigen o de quienes hacen parte de él. El Estado en sus diferentes instancias (gobierno central, gobierno regional, alcaldías provinciales y distritales), son el precioso botín que hay que saquear. El candidato que ha comprendido esta premisa es el buen candidato. Y no estamos en una actitud prejuiciosa. Nos remitimos simplemente a constatar el accionar delincuencial de buena parte de los elegidos. Pero vayamos por partes. ¿Cómo podría otorgárseles crédito a agrupaciones cuyo símbolo es (a título de ejemplo) un pollito que patea una pelota de fútbol? Un pollito que patea una pelota de fútbol es ¿un proyecto político, es un derrotero histórico, es una visión del país? La lista de logotipos absurdos y delirantes es inmensa, que haría de esta crónica un compendio sobre la huachafería y la sinvergüencería peruanas. El candidato funciona como un producto comercial, semejante a un detergente o a una gaseosa. Lo que cuenta es el empaque y el rótulo que lo acompaña. El empaque es la foto del pretendiente a autoridad y el rótulo el nombre. En calles y avenidas vemos pulular entonces Chechos, Jhones, Húberes, Soledades, etc. nombres o apelativos pero sin apellido. Como si la sonrisa fotoshopeada del individuo fuera suficiente. Personajes sin identidad que apuestan a una “familiaridad” basada en un vacío sideral. En los casos de extrema originalidad agregarán “el gordito es chamba” o tonteras semejantes. Y los que no son gorditos, se atribuirán atributos de “león que ruge” y otras metáforas de calibre dudoso. ¿Y quién es el culpable de tan bochornoso espectáculo?: Usted señor, señora votante, usted señor, señora gobernante, usted señor señora que pretende mantenerse al margen del lamentable circo. Los partidos políticos verdaderos, los que tenían (de derecha o de izquierda), análisis, propuestas, y militancia ya no existen, o si sobreviven se han convertido en simples administradores de una mafia que hace de las urnas electorales, su alcancía millonaria. Los nuevos partidos, son vientres de alquiler de bastardos e insaciables apetitos. La política es el negocio del siglo. Inviertes 10 y sales ganando 1,000 el primer año. Y en cuatro o cinco años en el poder, saca tu cuenta pe compare… Mientras los honestos se abstienen de participar so pretexto que la cloaca apesta y que cualquier desarreglo de fluidos puede manchar sus virginales vestiduras, los otros, los avezados, insisten y persisten. Si la memoria política existiera y si se recordara el tortuoso devenir de los candidatos actuales, habría que recorrer los locales partidarios con una furgoneta de policía y esposas para reos al por mayor. El cambio de logotipo no cambia al tipo por arte de magia. La fachada cambia pero el tugurio permanece. Aguerrido ciudadano, cuando en el camino de su duro cotidiano se cruce con un afiche reflexione bien. Si una sonrisa demasiado blanca le produce dudas, intente averiguar quién se esconde detrás. No vaya a ser que un violador, pegalón o ladrón reincidente intente burlarse de usted. No vaya a ser que el “gordito”, el “leoncito” u otro doctorcillo bamba perennice a través de su voto desinformado, la ignominia. Como todo buen médico le recuerdo que es preferible prevenir. Luego no se queje del cáncer que lo carcomerá sin piedad durante largos e interminables años. Está usted avisado.

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