La economía liberal

Por Juan  C. Valdivia Cano

Se fijará el lector que no hemos tocado la economía y en especial la propiedad privada, que es otra de las bestias negras de los estatistas de toda laya y mucho más importante de lo que cree la mayoría en nuestros países, tanto los economistas como los que no son. Y es en economía -e historia económica- donde la necesidad de lectura es mayor, dada la cantidad de términos técnicos y conceptos imprescindibles, sobre todo para los que no somos economistas. Y sin historia no hay mirada.

La lectura de La Acción Humana de Ludwig von Mises, por ejemplo, me llevó a elaborar una lista con conceptos y frases que no entendí en mi esfuerzo autodidacta, a pesar del enorme talento de Mises como gran escritor y filósofo pragmático y no solo economista (lo que también se puede decir de Friedrich von Hayek, que en buena parte de su magnífica obra usa menos términos técnicos). Pero incluso el famoso texto de difusión de Henry Hazzlit (“La economía en una lección”) requiere cierta ayuda técnica para los que no somos economistas. Axel Kaiser destaca en este trabajo de economista callejero (decir cosas difíciles de la manera más simple). 

En Iberoamérica y España necesitamos un diccionario económico, o un consultorio económico para principiantes (por Internet), para que el que no es economista pueda leer por su cuenta a los mejores economistas, comprendiéndolos adecuadamente. De ahí la encomiable labor, además de los jóvenes mencionados, de los seniors Manuel Ayau, Alberto Benegas Linch Jr., Arturo Damm, Martin Krause, Armando de la Torre, Jesús Huerta de Soto, Hernando de Soto, entre los que conozco, brillantes economistas y difusores debido a sus enormes dotes pedagógicas, que siempre van aparejadas a una gran claridad de ideas y al dominio de nuestra sabrosa lengua. 

Otro tanto se puede decir de los peruanos Enrique Ghersi y Alfredo Bullard con el análisis económico del derecho y con el derecho mismo. En todos mis años de profesor de filosofía del derecho no he conocido nada parecido: una brillante y sencilla didáctica, con el telón de una concepción jurídica para nuestro siglo. Y es que tengo la idea, o convicción, que los grandes difusores son tan importantes como los autores comentados y que hay una injusta subvaloración en relación a ellos, que son tan creativos, creadores y necesarios como sus referentes, como los autores difundidos. 

Y ya que hablábamos de la calidad educativa argentina, vale la pena traer a colación a dos “difusores” de la filosofía que son tan geniales como Javier Milei en economía: Dario Sztajnszrajber y Tomás Abraham en su obra escrita u oral (más allá de las “ideologías”). Se puede decir que el trabajo del gran difusor requiere todas las condiciones del autor comentado y además la capacidad de explicar, o recrear más bien, sus ideas con un lenguaje llano y cortés, sin “bajar el nivel” y sin construir una vulgata, que en realidad es perjudicial. (Así ha ocurrido con el catolicismo y el marxismo por ejemplo. Lo que Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui criticaron en su momento original, lúcidamente, dentro del marxismo).

Por lo anterior, este ensayo solo intenta poner el énfasis en un problema económico: el problema de propiedad e informalidad económica en nuestros países y las dificultades para convertir los enormes activos de los pobladores marginales “pobres”, en capital. Y creo que en este plano “El misterio del Capital” de Hernando de Soto es un caso único, pues ha resuelto claramente ese misterio, cosa que no ha ocurrido ni siquiera en los países capitalistas, como los EE.UU., que lo han hecho pero no lo han pensado: el capital no son los activos ni el dinero sino sus posibilidades abstractas, si cumplen ciertas condiciones como un sistema formal de propiedad integrado, por ejemplo. 

Todo el libro es una aclaración e ilustración de esa hipótesis medular. Para muestra un botón fuera de contexto que, por eso, no exonera de la necesidad de leer todo el libro, pensando en países que como el mío sufren 80% de informalidad económica. Enormes activos que no pueden volverse “capital”: 

 Uno de los efectos más importantes del sistema de propiedad formal (integrado) es transformar activos de menos a más accesibles, para que puedan hacer trabajo adicional. A diferencia de los activos físicos, las representaciones son fáciles de combinar, dividir , movilizar y utilizar para alentar tratos comerciales. Al separar los rasgos económicos de un activo de su rígida fisicalidad, una representación vuelve a un activo fungible; es decir, capaz de moldearse para encajar en prácticamente cualquier transacción (…) Al describir todos los activos en categorías estandarizadas, un sistema de propiedad formal integrado permite comparar dos edificios arquitectónicamente distintos construidos para el mismo propósito. Esto permite discriminar rápidamente y a bajo costo los parecidos y las diferencias en los activos, sin tener que tratar con cada activo como si fuera único ( “El misterio del capital”, Hernando de Soto pág. 101, Planeta, Lima. 2021)

El capital no son los activos ni el dinero sino, algo más complejo y difícil de determinar porque no se ve, ni se toca, ni se mira, ni se huele, pero cuya potencia se siente como la electricidad en relación a un lago y su explotable y provechosa caída: la electricidad es “el capital”. 

Es una lástima que los políticos latinoamericanos no se enteren de estas cosas; que los estatistas o intervencionistas ignoren, por ejemplo, el papel crucial de los precios libres en la economía, que es la causa de la imposibilidad del socialismo y de la inevitable pobreza; que todo el mundo se haya tragado la teoría del valor trabajo “objetiva” de Ricardo y Marx ; que no entiendan algo tan determinante como la subjetividad del valor; que crean aun que el capitalista le roba al obrero el fruto de su trabajo o “plusvalía”; que hayan normalizado las ingenuidades pro estatistas de Keynes porque creen en el despilfarro, la obra pública, el gasto público, la re-distribución, el aumento de impuestos, los bonos y subsidios; y no en la producción de riqueza, la abstención del Estado en la economía donde no es competente, el valor de la inversión, el ahorro, las mejoras tecnológicas, el trabajo duro y una propiedad integralmente formalizada; y nadie se pregunte, como Enrique Ghersi, ¿por qué no se extinguen las gallinas? Y todo eso requiere institucionalidad y un Estado moderno. Y no los tenemos.

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