Libros que no leeremos

Por Fátima Carrasco

Jane Austen es conocida por ser la autora de “Orgullo y Prejuicio” -considerada su obra maestra- o por “Sentido y Sensibilidad”, “Persuasión” o “Emma”. Sin embargo, también parodió la novela gótica -léase “La Abadía de Northangen”. Pero durante una década, de 1801 a 1811, abandonó la escritura, desanimada por la negativa de los editores a imprimir sus obras. Esa fue una de las causas de que dejase inconclusa su novela “Los Watson”, en 1805, año en que el reverendo George Austen, su padre, falleció. Su heroína, Fanny Watson, debía enfrentarse a la muerte de su padre.

En la última, triunfal etapa de su vida, Austen empezó a escribir una novela titulada “Sandition”. Antes de morir logró completar doce capítulos. La trama se desarrolla en un recién estrenado balneario al que acuden tres hombres -uno de ellos, el presunto villano sir Edward Denham- y cuatro jovencitas en busca de consorte. “Sandition” es una sátira contra los hipocondríacos, algo sui generis teniendo en cuenta que Austen la escribió debilitada por la enfermedad de Addison, que acabaría con su vida. Ella misma detallaba en una carta que la piel se le puso “negra y blanca y de todos los colores malos”. El propietario de Sandition tiene tres hermanos hipocondríacos: Diana y Susan, que ayunan y se hacen sacar dientes por si acaso y Arthur un rollizo abúlico. Fue la obra inacabada de la discreta y talentosa Jane.

Otra novela inacabada fue “Bouvard y Pécuchet”, de Flaubert. Conocido por guardar toda clase de apuntes, en 1871 enterró una caja llena de estos en su jardín, cuando el ejército prusiano incursionó en su país. La casa fue demolida y de la caja nada se supo.

Los freakies Bouvard y Pécuchet tratan de clasificar el universo, nada menos. Una labor tan imposible de concluir como el mismo libro: Flaubert se documentó leyendo más de mil quinientos libros: “era como intentar meter el océano en una botella”, confesaba.

Pero fue “La Spirale” su gran ¿novela? ¿autobiografía? inacabada. Trataba “sobre la locura, o mejor dicho, sobre la manera en que uno se vuelve loco…una gran novela escandalosa, metafísica, fantástica”. Se cree que Flaubert pudo haber padecido alguna forma de epilepsia, ya que en su juventud sufrió un colapso en la casa de su hermano Aquille, con quien vivía. Su padre, Achille-Cléophas, había sido fundador del hospital de Rouen, así que el joven Gustave estaba documentado, aunque confesaría que “es un tema que me asusta”. Por eso nunca la escribió. “Tendré que esperar hasta que me haya alejado lo suficiente de tales experiencias”.

T.S. Eliott logró revisar su poema “La Tierra Baldía” mientras convalecía de su trastorno mental en 1921. El poeta trabajó en el Lloyds Bank durante años y en 1924 escribió varios artículos sobre transacciones económicas internacionales en la revista de dicha entidad, la Lloyds Bank Economic Review. En una carta a su bibliógrafo en 1936, Eliott aclaró que la supuesta publicación titulada Literatura y Comercio Exterior era “una pequeña tomadura de pelo mía”.

Como indica su nombre, Literatura y Comercio Exterior fue algo inexistente por imposible.

Al contrario que Eliott, el atrabiliario Arthur Rimbaud sí dejó material poético que acabaría tan extraviado como su autor: casi todos los ejemplares de “Una Temporada en el Infierno” (un título por demás adecuado, al margen de apreciaciones estilísticas) enmohecieron en un almacén de Bruselas hasta una década después de la muerte del autor. Su amigo Paul Labarrière confesó en 1933 que en una mudanza, en 1885, perdió un cuaderno con más de cincuenta poemas de Rimbaud. Sólo recordaba que uno versaba sobre “patos y gansos que chapoteaban en un estanque” y un típico verso rimbaudiano: “Y el poeta borracho rechaza al Universo”.

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