El gesto Pelosi
Por: Jorge Morelli – El Montonero
Al golpe feroz propinado por la pandemia contra la economía global, al que se sumaría luego el de la guerra en Europa, el partido demócrata en el poder en EE.UU., no ha tenido mejor idea que agregar la presencia de Nancy Pelosi en la isla de Taiwán. Se trata de un gesto de respaldo a la isla que es el primer frente del poder norteamericano en Asia, ante las costas de China. Este frente es equivalente a lo que, desde la crisis de los misiles en 1962, hace 60 años, ha representado Cuba ante las costas de Estados Unidos.
Desde luego, hay una gran distancia entre los misiles rusos y la señora Pelosi, que no es una rampa de lanzamiento sino de palabras que se lleva el viento. Pero esto es precisamente lo que hace al gesto políticamente irrelevante, pero económicamente destructivo para la economía global y la propia economía americana.
La sola presencia de Pelosi en Taiwán –sin lanzar aun ningun misil verbal desde su rampa– ha derrumbado ayer, sin necesidad alguna, nuevamente el precio del cobre en el mercado global, que se recuperaba apenas de la caída brutal desde los casi cinco dólares la libra de marzo pasado a los tres y medio dólares la libra de ayer. Una caída de 30% que ha causado ya en los países emergentes que exportan cobre –como el Perú y Chile– una devaluación alarmante –el dólar en Lima se acerca ya a los cuatro soles–, una caída de 20% de las acciones mineras en la BVL y la amenaza de generar un derrumbe de la recaudación tributaria.
EE.UU. lucha hoy contra la inflación, con alzas muy fuertes de la tasa de interés. Eso fue elevando el rendimiento de los bonos del Tesoro y causando un alza de 13% del dólar desde su valor de hace un año. Y hoy se cae el rendimiento de los bonos y el dólar detiene su alza por el pánico global que causa un nuevo posible conflicto bélico de consecuencias globales. Ni la inflación ha sido “transitoria” –como dijeron Biden y Powell, el presidente de la Fed–, ni hay espacio ya para un “aterrizaje suave” de la economía americana.
Y a pesar de la débil situación de su economía, la Casa Blanca elige hacer un bravado innecesario, un gesto de desafío a China que el resto del planeta no va entender. A menos que sea obligado por EE.UU. a tragarse de muy mala gana ese sapo. Una mala idea, por decir lo menos.