¿El pueblo cerrará el Congreso?
Por: Manuel Gago – El Montero

Pedro Castillo aprovechó el acto conmemorativo de la Batalla de Junín para amenazar al país. Exhibiendo aires prepotentes, señaló a los “golpistas” –según él– instalados en el Congreso de la República. “Sin el valor de pedir la vacancia en una plaza del pueblo”, dijo.

“Por última vez”, advirtió, tiende la mano antes de iniciar una “cruzada” en defensa de la democracia. A buen entendedor, pocas palabras. Basta conocer lo sustantivo del ideario de Perú Libre, que Castillo hizo suyo al asumir la presidencia de la República, para saber lo que vendría: “El socialismo no llega de visita sino para quedarse”. Aunque se diga lo contrario, sigue unido al proyecto totalitario liderado por Vladimir Cerrón y busca maneras de cerrar el Congreso de la República. Pero él no lo hará. No se atreve.

En los hechos, el coraje es hasta ahora de boca para afuera, un constante pulseo con la oposición y temor de dar el gran salto. Y es que Castillo no ha logrado asegurar al cien por ciento el respaldo de las instituciones “tutelares” del país. Sabe que, más adelante, si la aventura golpista y el proyecto comunista –impulsado por la inteligencia cubana instalada a hurtadillas en Palacio de Gobierno– fracasa podría terminar preso.

Con ese ánimo de retador, el pasado 6 de agosto, en la pampa de Junín –en donde se lucieron las lanzas y espadas patriotas haciendo huir al ejército realista–, el envalentonado Castillo descubrió su siniestro plan. Avanza organizando una fuerza que podría tomar el Palacio Legislativo con el fin de anular de una vez por todas cualquier proceso de vacancia, acusación constitucional e inhabilitación del cargo. Sabe, acordándose de Bruno Pacheco, que sus “niños” no serán leales cuando las papas quemen todavía más.

Reducir a la oposición, callándola y sin posibilidades de actuar públicamente, es la urgencia y parte del guión del totalitarismo en ciernes si todo sigue igual. Para hacerlo no necesita esforzarse mucho. El Ejecutivo controla el orden público por intermedio de la Policía Nacional, ¿acaso al servicio de la agitación política, encubrimiento y seguimientos y espionaje a la oposición?

La protección del edificio parlamentario no es confiable si depende del adversario. Basta un puñado de activistas ideologizados hasta el tuétano para tomarlo y destruirlo. En los noventa lo intentó Lori Berenson, del movimiento terrorista MRTA. Entraba al Parlamento con credencial de periodista e hizo la maqueta de sus instalaciones. La Policía de entonces frustró el atentado. ¿Cómo saber, con una Policía infiltrada por el comunismo, si hoy se hace lo mismo y con posibilidades de éxito? ¿Es confiable la protección que la Policía ofrece?

“El ataque es la mejor defensa”, le habrían recomendado al mandatario. Las cinco investigaciones fiscales, una acusación por traición a la patria y procesos abiertos contra familiares y personas de su entorno acorralan a Castillo. Y la reacción desmedida, a la vista en Junín, sobrepasa los límites de la investidura presidencial. Además, la periodista Rosana Cueva fue amenazada por supuestamente calumniar, injuriar y difamar al presidente, por hacer públicas las declaraciones de Pacheco sobre sobornos que Castillo no aclara. Redondeando su aire prepotente, Castillo “ordena” a la periodista leer una carta notarial.

Castillo, el de siempre, el “sindicalista básico”, fue el que irrumpió violentamente contra el mérito en la escuela pública, liderando una huelga que duró más de 50 días, poniendo en peligro el año escolar 2017. Le importaba más cumplir las directivas de Movadef, emitidas durante la paralización de clases. Hoy necesita salvar el pellejo de la cárcel.

Las campañas contra el Congreso apuntan a cerrarlo. Izquierdistas y marxistas suman esfuerzos e intentan deshacerse de la oposición elegida por el pueblo. Castillo es, simplemente, el operador de uno de esos planes.

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