La Iglesia y su voz
Por: Carlos Meneses

“La voz de la Iglesia debe ser escuchada pues sus reclamos son recogidos del clamor de mayoría de peruanos”.

Ha sido frecuente y consecuencia de su presencia histórica en el Perú, que los gobernantes escuchen la voz de la Iglesia no solamente en problemas de fe sino también en las mediaciones que sus pastores han hecho para devolver tranquilidad y dar paz entre los habitantes de un país que en su mayoría está conformada por sus fieles.

Ocurre ahora que la Iglesia ha sido por un lado maltratada cuando el presidente del Consejo de Ministros se atrevió a llamar miserable al arzobispo de Huancayo y además cardenal, Pedro Barreto. Después ha sido evidente la sordera gubernamental para la homilía del arzobispo de Lima, Carlos Castillo y también para las palabras que luego del evangelio del 15 de agosto, dirigió en la misa solemne del aniversario de la ciudad monseñor Javier del Río Alva, arzobispo de Arequipa.

Debe entenderse que a la Iglesia no le guía ningún mal propósito cuando se trata de problemas sociales existentes que requieren de una atención preferente, de un espíritu y diálogo entre quien manda en el país y la población en general.

No se puede suponer que todo decir que no esté al unísono con el dicho de los ministros y de los funcionarios gubernamentales esté equivocado. Los que mandan las naciones tienen la obligación de escuchar las voces de su alrededor no solo de los que elogian sino de los que critican también. No escuchar a la Iglesia es desoír a una voz que no solo es trascendente sino determinante pues todo lo humano es perfectible y nadie se enmienda si alguien no le dice que está en error.

Por eso resulta deseable que la opinión de la Iglesia sea atendida, pues no le interesa otra cosa que la bondad y el bienestar de todos los peruanos sin excepción y por eso se queja cuando hay descuido para con su feligresía y con aquellos que sienten angustia por el futuro.

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