De candidatos reciclados, saltimbanquis y ofertoreros
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

Las elecciones municipales y regionales están ya muy cerca. Y sorprende ver candidatos que, sin ningún pudor, han ido pasando, cual saltimbanqui, de un grupo a otro, de un nido a otro, sin apego a ninguno; y más bien sí con un gran irrespeto a los espacios que los albergaron, aunque fuera algún tiempo. Cierto es que los partidos políticos están, lamentablemente en profunda crisis y que, más que partidos políticos, en el estricto sentido, lo que tenemos son grupos que se forman exclusivamente para enfrentar un proceso electoral y buscan extender esa efímera inscripción para convocar a casi cualquier interesado, por no decir a algún títere con cabeza, para seguir teniendo una débil vigencia, que es más en el papel que en el sentir y respaldo ciudadano.

Adicionalmente a ello, sorprende que en los paneles publicitarios de no pocos candidatos ellos se presenten como “salvadores”, o que sientan que pueden tener una presencia mesiánica. Más de uno se atreve a insinuar que, con ellos en la conducción, sus distritos serán “como deben ser”, sin indicar cuál es ese destino maravilloso al que quieren conducir a algunos incautos y soñadores. La situación actual lleva a muchos a necesitar soñar con la esperanza de un mañana mejor, aunque sea a nivel distrital; porque con lo que se vive a nivel central, las esperanzas son nulas.

Queda claro que el problema mayor a atender en todos los distritos es el de la seguridad. Hay quien se permite hacer un spot publicitario que incluye un golpe real y físico al supuesto delincuente. Más allá de ser algo grotesco, no debería presentarse como una opción y respuesta, ya que no es el grupo o partido el que debe responder con la energía requerida sino, en todo caso, la autoridad.

No duda que la inseguridad ciudadana es en todo lugar un problema grave a atender, y es justo que los postulantes al sillón municipal tengan conciencia de eso. Pero hay otros mensajes que son tan gaseosos que no se alcanza a entender cómo se podrían llevar a cabo. Se lee, por ejemplo: modernización, hambre cero y, así, otros ofrecimientos; a manera de grandilocuentes ofertoreros buscan conquistar voluntades, pero no se indica cómo se podrá hacer realidad esas ofertas. No he visto un acercamiento entre las gestiones actuales y los candidatos para conocer qué realidad podrían encontrar y asumir; ni a nivel de recaudación, qué obras pendientes, contratos, problemas, etc. Entiendo que no necesariamente hay continuidad de intereses ni ideas, ni necesariamente una amistad entre una autoridad saliente y una entrante. Pero ¿tiene el ciudadano que ser el que sufre esa realidad?

Imagino que muchos, como yo, habrán observado un completo proceso de reciclaje entre los candidatos, pues algunos son “reincidentes” en el intento electoral o ya han ejercido el cargo. Y dicen “regresamos”, pero no indican ¿para qué?, lo que podría generar suspicacias en tiempos actuales. Otros han ido variando el nivel de su labor pública o política; pero lo más grave es el cambio de camiseta, de color político y de “logotipo” pegado a su propia foto.

¿Serán conscientes algunos candidatos, de la mochila tan pesada que cargan al haberse asociado, transitoria y recientemente, a agrupaciones políticas tan cuestionadas? ¿O se atreverán a hacer un deslinde, en caso de que fueran antiguos miembros de alguna agrupación que pasa ahora por un momento de crisis? También al revés, ¿saben todas las agrupaciones a quiénes han incorporado a sus filas? Más bien me atrevo a pensar que hay una actitud acomodaticia de parte y parte; de candidato necesitado y de dueño o cabeza de agrupación, encantados ambos de necesitarse.

Pero estos arreglos pasan factura. Al final las consecuencias las sufren también, y principalmente, los ciudadanos que, tal como ha sido señalado, con no poca ironía, pero sí con mucho realismo, podemos ser unos meros “electarados”, en vez de electores maduros. Con nuestro voto podemos no solo elegir al mejor, al que queremos, sino que podemos infringir un severo castigo a aquellos grupos y personas que no merecen ser parte de la política nacional.

Al final, somos dueños de nuestro destino. Nos toca actuar con seriedad y hacer uso responsable de nuestro voto.

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