Mama Quilla
Por: Ynca Garcilaso de la Vega
Al eclipse de la luna, viéndola ir ennegreciendo decían que enfermaba la luna y que si acababa de oscurecerse había de morir y caerse del cielo y cogerlos a todos debajo y matarlos que se había de acabar. Por este miedo, en empezando a eclipsarse la luna tocaban trompetas, cornetas, caracoles, atabales y tambores y cuantos instrumentos podían haber que hiciesen ruido.
Ataban los perros, grandes y chicos. Dábanles muchos palos para que aullasen y llamasen a la luna. Que, por cierta fábula que ellos contaban, decían que la luna era aficionada a los perros por cierto servicio que le habían hecho y que oyéndolos llorar tendría lástima de ellos y recordaría del sueño que la enfermedad le causaba.
(Para las manchas de la Luna decían otra fábula, más simple que la de los perros. Que aun aquella se podía añadir a las que la gentilidad antigua invento y compuso a su Diana haciéndola cazadora, mas la que se sigue es bestialísima. Dicen que una zorra se enamoró de la Luna viéndola tan hermosa. Y que, por hurtarla, subió al cielo y cuando quiso echar mano de ella la luna se abrazó con la zorra y la pego a sí. Y que de esto se le hicieron las manchas. Por esta fábula tan simple y tan desordenada se podrá ver la simplicidad de aquella gente.
Mandaban a los muchachos y niños que llorasen y diesen grandes voces y gritos, llamándola mama quilla (que es “madre luna”), rogándole que no se muriese, para que no pereciesen todos. Los hombres y las mujeres hacían lo mismo. Había un ruido y una confusión tan grande que no se puede encarecer.
(“Comentarios reales”, libro segundo, capítulo XXIII: Tuvieron cuenta con los eclipses del sol. Y lo que hacían con los de la luna).