Recuperar la educación, el reto del 2023
Por: Juan Francisco Castro
En marzo de este año se cumplirán dos años desde que nuestro país “se cerró” para hacer frente a la pandemia. No solo cerramos nuestras fronteras, también se paralizaron actividades y sectores clave, entre ellos la educación.
En retrospectiva, es evidente que no estábamos preparados para implementar un sistema educativo de clases virtuales debido a factores como la brecha de infraestructura en telecomunicaciones o el acceso desigual a equipos apropiados. Sin embargo, lo verdaderamente importante ahora es que seamos capaces de identificar el impacto de la virtualidad en la educación escolar peruana y ensayar algunas propuestas que nos permitan recuperar el tiempo perdido.
Con el retorno a la presencialidad en marzo del 2022, hemos podido identificar el “doble impacto” que han experimentado los estudiantes escolares. Primero, la pérdida de aprendizajes y conocimientos. Segundo, la afectación en sus habilidades socioemocionales, que ha ocasionado que los alumnos tengan dificultades para reconectarse con sus compañeros y maestros.
En cuanto al aspecto socioemocional, es clave el acompañamiento y soporte de los profesores y psicólogos escolares. Sin embargo, resulta alarmante que, de acuerdo con el Colegio de Psicólogos del Perú, más del 80% de colegios no cuente con un psicólogo, aun cuando la Ley N° 29719 establece, como mínimo, la designación de uno por colegio.
La pérdida de aprendizajes y conocimientos es una realidad en la medida en que el servicio educativo estuvo prácticamente suspendido para muchos estudiantes. Esta pérdida no se limita a los conocimientos y habilidades que se dejaron de desarrollar durante la pandemia, sino que incluye también las dificultades que enfrentarán los docentes para construir aprendizajes sobre una base precaria. Conforme pasa el tiempo, las pérdidas pueden ir creciendo como una bola de nieve mientras rueda cuesta abajo.
Para recuperar lo perdido, es clave que los esfuerzos partan desde cada escuela. En este proceso se debe tener en cuenta la enorme heterogeneidad de realidades, contextos y niveles de aprendizajes que tiene cada alumno y cada escuela.
Desde el nivel central se puede facilitar este proceso. Para esto, se propone contar con equipos de especialistas y docentes experimentados que acompañen a directores y maestros en el proceso de evaluar los conocimientos de sus estudiantes y tomar acciones concretas para remediar y cubrir los aprendizajes faltantes. Debido a que es difícil lanzar una política como esta a gran escala, se puede empezar con un piloto y evaluar sus resultados con un diseño experimental. Si los resultados son positivos, la evidencia ayudará a movilizar más recursos y voluntades para incrementar la escala.
Además, la experiencia recogida desde cada escuela y sistematizada a nivel central contribuirá a la generación de una bitácora de buenas prácticas o lecciones aprendidas que puede ser aprovechada por otros colegios con características similares.
Por último, esta estrategia contribuirá a fortalecer la autonomía de las escuelas y comunidades para ajustar los contenidos educativos a sus propios contextos.