Nadie es tan bueno como todos juntos
Por: Christian Capuñay Reátegui
No hay recuerdo más entrañable asociado al fútbol que la experiencia infantil de ir al estadio por primera vez a ver a tu equipo. El largo y oscuro pasadizo tras la puerta de ingreso, las escaleras, el barullo de los miles de hinchas y, al final, la explosión de color con la que te encuentras de súbito al pasar la boca del túnel y llegar a la tribuna frente al gramado.
Vinieron a mi mente estas imágenes ayer antes de ir al estadio después de mucho tiempo a ver a la querida selección peruana disputar un encuentro clave en la esforzada lucha por clasificar al mundial. Ganamos y logramos el objetivo. La emoción y los nervios que me embargaron antes del partido dieron pase al alivio luego del pitazo final. Ahora a pelear el repechaje.
Llegar al mundial es para Perú casi una tarea titánica. Tenemos un equipo que carece de figuras descollantes, como otros seleccionados. Con pocas excepciones, nuestros jugadores más importantes militan en discretos cuadros en ligas sin relevancia internacional. Por si fuera poco, el campeonato local es de baja calidad y no existe un semillero potente que descubra nuevos talentos.
Por esas razones es apreciable que la selección peruana sea hoy una oncena competitiva que logró clasificar al mundial del 2018 y que esté muy cerca de apuntarse a la justa de Catar. En una escuadra sin estrellas, el protagonista es el esfuerzo colectivo. “Nadie es tan bueno como todos juntos”, acuñó Di Stéfano y ese mensaje tal vez resuma el valor del ejemplo peruano en uno de los torneos clasificatorios más difíciles del mundo.
Y el mérito, sin duda, es del entrenador Ricardo Gareca. El trabajo desplegado por el argentino ya ha superado las expectativas y la clasificación al próximo mundial, si se logra, seguramente tornará muy difícil la posibilidad de retenerlo cuando concluya su contrato.
En ese contexto, cabe preguntarse si los logros del equipo nacional responden más a un progreso estructural del fútbol peruano o si es el resultado solo de la buena mano del entrenador y la compenetración lograda por él con los futbolistas.
La respuesta a esa interrogante, me temo, será dura y cuando el comando técnico tome nuevos rumbos volveremos a caer en los problemas de siempre. La clasificación mundialista del 2018 hizo feliz a todo el país, pero también desvió la atención de los múltiples inconvenientes que contribuyeron a nuestra ausencia de 36 años de los máximos torneos.
Al margen de si Perú estará o no en Catar 2022, es preciso abordar de forma integral aquellos puntos que restan competitividad al fútbol, una tarea que han iniciado hace mucho algunos países de la región con resultados más que auspiciosos.