HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia

Todos los padres buenos a lo largo de los años siempre han anhelado que sus hijos sean los mejores y en ese infatigable esfuerzo por lograr la excelencia muchas veces han dicho lo que no debían decir, han castigado sin comprender y han humillamos sin entender ¡que cada niño desde siempre ha sido el mejor!.

Todos los niños siempre serán los mejores

Los padres buenos a diario buscan que sus hijos logren aquellas metas que ellos no pudieron lograr y anhelan que un día alcancen aquel puesto o designación que a pesar de su esfuerzo y dedicación les ha sido denegada.

Los padres buenos cada día de su vida buscan que sus hijos sean algo mejor que ayer, pero en esa búsqueda trabajan la obligación, pero no forjan la devoción.

Los padres buenos del siglo XXI se entregan económicamente a sus hijos olvidando que el diálogo, la comprensión, el entendimiento y el simple departir valen mucho más que aquellos costosos regalos que se ufanaban en compartir en Facebook.

Los padres buenos con amor buscan a los mejores maestros para sus hijos, pero muchos de ellos olvidan que el primer maestro en la vida de cada niño siempre será el padre comprometido con la salud mental y emocional de su hijo.

Los hijos de los padres buenos cada día buscan con obstinación dar lo mejor de sí para no defraudar aquel gran esfuerzo y entrega de sus padres, pero en aquel universo de actividades que realizan muchas veces caen en la cuenta que no pueden ser los mejores ni los más capaces ni los más entrenados.

Los hijos de los padres buenos a diario lloran en silencio la frustración que les embarga el no estar a la altura de las expectativas de sus progenitores, muchos de ellos se golpean el pecho en señal de culpa y muchos otros rechazan cada parte de su cuerpo y mente imperfecta.

Los hijos de los padres buenos duermen poco y piensan mucho en aquellos desafíos que a diario deberán de enfrentar, y muchas veces llenos de cansancio por las malas noches que viven fracasan en aquel objetivo que ciertamente estaba al alcance de sus manos.

Los hijos de los padres buenos aman a sus padres por aquello que les dan y buscan corresponder aquella entrega con un sobre esfuerzo que muchas veces los lleva a sentir desconfianza y desasosiego.

Los hijos de los padres buenos adoran con pasión cada objetivo logrado, pero no disfrutan cada momento de su vida en contemplación.

Y, ¿por qué sucede todo aquello que les he narrado?

Porque los padres buenos ignoran que está dentro ellos la posibilidad de ser padres maravillosos, padres que a diario solo viven comprometidos con disfrutar junto a sus hijos cada pequeño momento de la existencia.

Los padres maravillosos son aquellos que saben, desde siempre, que todos los niños son iguales y diferentes a la vez, iguales en el milagro de la vida, diferentes en las capacidades que poco a poco van logrando desarrollar.

Los padres maravillosos nunca comparan a sus hijos con otros niños más bien se deleitan con todo aquello que sus hijos aprenden y con cada nueva capacidad que con devoción desarrollan.

Los padres maravillosos cada noche al acostar a sus hijos les cuentan una historia de héroes de carne y hueso, seres humanos como ellos que cada día buscan dar lo mejor de sí y que se alegran por el esfuerzo dado mas no por el objetivo que se pudo haber alcanzado.

Los padres maravillosos entregan con alegría y gratitud cada segundo de su tiempo a sus hijos, y luego los contemplan con alegría cuando simplemente juegan o viven un compartir.

Los hijos de los padres maravillosos contemplan a cada niño con bondad y les desean lo mejor en cada acto que llevan a cabo.

Los hijos de los padres maravillosos a diario siempre encuentran una razón para reír, ayudar o colaborar, para ellos la palabra obligación no existe, para ellos el arte de dar es la esencia del vivir.

Los hijos de padres maravillosos se alegran por los éxitos de los amigos y disfrutan cada acto que llevan a cabo; en ellos el egoísmo no existe, la solidaridad es su estrella de luz.

Sueño que un día los padres buenos dejen sus miedos y temores de lado y que al contemplar a sus hijos con amor trastoquen sus emociones y pensamientos como padres maravillosos y que desde ese día les regalen a sus hijos una formación basada en la entrega y una educación basada en el amor.

Sueño que un día los hijos de padres maravillosos llenen cada pequeño espacio de este mundo donde nos toque vivir.

Sueño con contemplar aquel día en que los niños solo jueguen y no compitan, y en que cumplan sus responsabilidades con vocación y no por obligación. Sueño con esos maravillosos días esculpidos en la memoria por padres maravillosos que cada día al salir sol solo reconocen una única verdad: “cada niño de este mundo es único y maravilloso y cada hijo de este mundo solo requiere amor, paciencia y abnegación en su formación”.

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