El mensaje a la Nación: de lo esperado a lo recibido
Por Cecilia Bákula – El Montonero
Dina Boluarte nos sorprendió con un larguísimo mensaje que puso a prueba la resistencia, educación y capacidad de comprensión de los congresistas, pues a nosotros, los ciudadanos –a través de ellos que son los que dicen representarnos– estuvo dirigido ese mensaje. ¡Qué cosas se vieron! Desde bostezos hasta la tan mala educación de aquellos que se entretenían poco menos que con jueguitos en sus celulares, sin olvidar los groseros que desconociendo la investidura, le dieron la espalda o se retiraron del hemiciclo. Pero como no vale la pena prestar atención a esas pataletas ni a la incapacidad de algunos, quiero señalar el cumplimiento constitucional realizado por la presidenta Boluarte al dirigirse a la Nación. Y destaco varios aspectos del contenido del citado Mensaje:
El primero, la supervivencia institucional de nuestro Estado. No obstante los incontables esfuerzos por debilitarlo, por poner piedras en el camino y por llevar la gobernabilidad hacia el despeñadero, tan solo el hecho de que la máxima autoridad se ponga delante de la representación nacional y lea un mensaje a la Nación, con aplomo, dando cuenta de lo hecho, de lo que se propone y de la situación que enfrenta, habla de agallas, de legitimidad, de institucionalidad y de coraje. Nada de eso significa que uno tenga que estar de acuerdo con todo el contenido leído; a mi criterio hay ausencias pero, tampoco podría haberse extendido una página más.
El segundo, es lo bien articulado que encontré estaba estructurado el mensaje; por lo menos, de acuerdo a la versión escrita que oficialmente se ha difundido. No se puede pedir milagros de quien ha asumido las cenizas de un nido maltratado, exigiéndole que de allí surja, cual Ave Fénix, un ave a la que diariamente se le quieren cortar las alas.
El tercer aspecto es que se requiere un énfasis más radical y no solo gestual y verbal, sino activo y real en la inversión y gestión del empleo. Y me parece, sin ser yo economista sino una ciudadana con sentido común, que la presidenta Boluarte tiene que entender que superar el triste porcentaje y la tendencia de aumento de pobreza que dejó el golpista e incapaz Castillo es para ella no solo una exigencia de supervivencia, sino es para el Perú una urgencia y una necesidad vital, De ese crecimiento económico que todos deseamos puede depender el futuro inmediato y la propia gobernabilidad que ahora vemos posible, pero que siempre es bastante frágil. Y todas esas acciones millonarias que ha ofrecido y/o lanzado, bienvenidas sean, pero requieren destrabar un sinfín de barreras burocráticas porque si hay algo que demora, retarda, posterga y dilata las inversiones, son las marañas administrativas en las que, con frecuencia, quedan enredados los mejores proyectos.
Un cuarto aspecto sería, a mi parecer que no pudo sustraerse a sus miedos ante la inversión privada y habló, si, de muchos proyectos a nivel Estado, pero no pudo o no quiso dejarse asesorar para lanzar la red a los inversores privados de este país que son muchos y que están a la espera de dar muchos puestos de trabajo y de invertir. Creo que ahí hay un ángulo obtuso de comprensión de la realidad que puede ser de muy alto costo para el país.
Como un quinto tema, vale señalar que hizo énfasis en la gran cantidad de bonos y dádivas que con eficiencia se reparte, los programas generosos del gobierno con los que parece estar satisfecha y sentirse cómoda. Desde mi punto de vista, son programas que si bien en su momento pudieron ser necesarios, se convierten en perversos pues tendrían que ser transformados en formas de trabajo digno y en posibilidades de ingreso permanente, no en dádivas y eso termina siendo, a la larga en una forma de dependencia.
Como siempre, una vez más, el sector cultural estuvo ausente. Bueno, es que ahora es un sector silencioso y casi inexistente, pero la presidenta no debió olvidarlo porque la riqueza cultural y patrimonial del país es tan grande que de ella puede depender en mucho, o en casi todo, el futuro del turismo y de esa riqueza, se nutre y afianza algo de lo que no se habla: la identidad nacional y el sentimiento de pertenencia.
No obstante, ¿quién es el ganador de este 28 de julio? Pues el único que debe ganar siempre, el Perú y el sistema democrático. Hace tan solo seis o siete meses casi no podíamos imaginar que llegaríamos con vida y algo de paz a estas Fiestas Patrias; la democracia había sido puesta entre la espada y la pared; la violencia, agazapada bajo la forma de “justa protesta” parecía desbordar toda posibilidad de vida y los grupos extremistas, apoyados por los infalibles y acomodaticios pseudos izquierdistas de corbata, actuaban al acecho de lo que fuera, para no perder sus mini cotos de poder.
Hoy, las cartas están puestas sobre la mesa y sabemos, con mayor claridad quienes juegan a favor del país y quienes en contra y por ello entendemos que es un deber dar apoyo al sistema democrático, aún cuando lo reconocemos frágil e imperfecto. Es decir que no se trata de ser seguidores o no de Dina Boluarte. Se trata de ser capaces de defender el Estado de derecho y de ser coherentes con la propuesta política democrática que ella, constitucionalmente representa. Aunque no me quedó claro lo que quiso decir con aquello de que el Perú está de vuelta, ni con lo que refirió al inicio cuando señaló que su mensaje podía entenderse en el contexto del espíritu del bicentenario. Lamentablemente esta mención se ha convertido tan solo en eso, en una referencia que casi carece del contenido y significado que debe tener para todos los peruanos.