LOS REYES MAGOS DE HOY

Por: Javier Del Río Alba Arzobispo de Arequipa

Con la celebración de la Epifanía, comúnmente llamada entre nosotros la fiesta de los Reyes Magos, va llegando a su fin el tiempo de Navidad. La palabra “epifanía” significa manifestación y es lo que la Iglesia celebra: “«la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo» (CEC, 528). En Jesús, Dios mismo se manifiesta como aquel que viene a salvarnos, y el reconocimiento de los “magos”, que en realidad eran hombres de ciencia, provenientes de tres culturas y religiones distintas significa que esa salvación es universal, es decir que Dios la ofrece a todos los hombres, independientemente de su raza, lengua, pueblo o nación (Ap 5,9). Independientemente también, podríamos añadir, de la situación en la que cada uno se encuentre, sea que esté en comunión con Él o que se haya apartado de su voluntad; porque, como dice el mismo Jesús, «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para salvarlo» (Jn 3,17).

El evangelista Mateo, que es el único que relata el episodio de los magos de Oriente, dice que, en búsqueda de Jesús, los magos fueron al palacio del rey Herodes quien, a su vez, llamó a los sumos sacerdotes y a los escribas para preguntarles dónde tenía que nacer el Mesías. «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta», le respondieron (Mt 2,5). Esto significa que tanto el rey Herodes como las autoridades religiosas de Israel supieron dónde había nacido el Mesías, durante muchos siglos esperado por ese pueblo; pero, curiosamente, no fueron a su encuentro. Aun más, pocos días después Herodes decidió matarlo, como lo hicieron también los sumos sacerdotes y los escribas algunas décadas más tarde. Como dice el evangelista san Juan: «vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). En cambio, los magos provenientes de otras naciones sí que fueron hasta Belén, guiados por una estrella que los llenó de alegría; y al encontrar al Niño lo adoraron y pusieron a sus pies los regalos que le habían traído: oro, incienso y mirra (Mt 2,9-11). 

El episodio de los magos de Oriente es también una palabra de Dios para nosotros hoy, porque el Mesías ha nacido también para salvarnos a nosotros e introducirnos en su reino que no tiene fin. Como dice el mismo san Juan: «a los que le recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,12). En torno a nosotros hay mucha gente que, aun habiendo oído hablar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, continúan con su vida prescindiendo totalmente de ese amor; son los indiferentes, los que «no lo recibieron», los que viven como si Dios no existiera. Hay otros que, como Herodes y los sumos sacerdotes, desean deshacerse de él; son los que pretenden excluir a Dios de la vida pública, no aceptan las leyes puestas por Dios en la naturaleza – incluida la naturaleza humana en su diferencia sexual entre varón y mujer – y atacan a Jesucristo en su cuerpo visible que es la Iglesia; son los enfermos de “cristianofobia”. La gran mayoría de peruanos, en cambio, reconocen en ese Niño de Belén al Hijo de Dios; estos son los que, como los pastores de Nochebuena y los magos de Oriente, viven llenos de alegría y la transmiten a los demás. ¿A cuál de los grupos pertenece usted?

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