Feliz Día Mamá y el mensaje de amor de la mayor educadora
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño, Adolescente y Familia.
.
Al igual que muchos de ustedes yo también soy un hijo maravilloso que se educó en un hogar lleno de bendiciones y en donde la labor de formación cayó en algunos momentos en la fortaleza de papá y otros tantos en la ternura de mamá.
HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVIL
Hoy quiero contarles de aquellas dulces capacidades que tiene mi madre maravillosa: es dulce al hablar, tierna al tratar, inteligente al reflexionar e inocente al contemplar alguno de mis tantos errores. Mi madre maravillosa cada día al levantarse agradece al creador de la vida por la salud y por el latido emocional de cada uno de sus hijos. Mi madre maravillosa a lo largo de cada día de su existencia siempre teje pensamientos de preocupación no intrusivos sobre la existencia de su descendencia, y cada noche antes de poder descansar sonríe plenamente al saber que aquella tarea de formar un hijo “la hizo, con mucho esfuerzo y sacrificio, muy bien”.
Hoy que es un día especial quiero contarles algo más de mi madre… Mi madre es maravillosa por que en cada una de sus frases vive el magisterio de la mayor educadora de la historia, María, la madre del maestro del amor.
Hace veinte siglos una mujer pletórica de bondad y humildad aceptó complacida el desafío más grande todos los tiempos: “dar vida y educar a quien un día la historia conocería como el maestro de la compasión”.
Hace más de dos mil años una sencilla mujer de Nazaret decidió enfrentar con ternura y valentía sus miedos y temores, y decidió enseñarle a su tierno hijo que lo más hermoso en esta vida era disfrutar lo más sencillo.
Aquella adorable mujer compartió con su hijo tantas cosas; compartió su pasión por ayudar a todos aquellos que se encontraban en su entorno, su dedicación por enseñar el arte de la bondad y la solidaridad, y su terca costumbre por decir siempre algo bello y atento a cada una de las personas que le rodeaban.
La madre del maestro de la emoción ejerció su labor, de una forma loable, enseñándole a su hijo a ser justo, justo con aquello que pensaba, justo con aquello que sentía. En aquel interminable magisterio de amor le enseñó a desarrollar el más hermoso sentimiento por cada parte de su cuerpo y mente, y aquel hijo maravilloso al crecer nos regaló las más hermosas parábolas basadas en aquellos años de enseñanza.
La madre del maestro de los maestros le enseñó a su adorado hijo a ser transparente consigo y con el mundo; le enseñó a ver el aprendizaje detrás de los actos de cada ser humano y compartió con él idílicas tardes en donde lo único que había eran sonrisas interminables y alegrías eternas.
El hijo más feliz de la historia fue el hijo de María, y fue feliz porque descubrió tanto en su mundo interior como exterior siempre una razón para alegrarse y un motivo para agradecer.
El hijo más feliz en la historia de la humanidad aprendió que la comprensión ante nuestros errores es el primer mandamiento de la existencia humana y que la única manera de amarse es aprendiendo a respetar la forma de pensar de los demás.
Gracias a aquella formación, el maestro del amor, pudo construir una relación intrapersonal intensa y saludable, y desarrollar relaciones interpersonales generosas y solidarias.
Desde aquellos años hasta la actualidad, millones de mujeres siguieron los principios de la educación socioemocional plasmados por María en aquel humilde hogar de Nazaret; y gracias a aquel aprendizaje lleno de amor muchos millones de hijos a lo largo de muchos siglos hemos sido felices y empáticos.
Mi madre maravillosa, al igual que tantas madres maravillosas del mundo, son el vivo reflejo a diario de la mayor educadora de la historia, María de Nazaret.
Cada hijo maravilloso del mundo comparte a diario la bonanza de una formación basada en los cuatro pilares de la educación socio emocional y cada madre maravillosa del mundo a diario comparte con sus hijos la nobleza de su alma y el cariño de su corazón enamorado por la vida.
Y aunque sé que cada madre del mundo es maravillosa; hoy quiero contarles que mi madre es diferente a todas e igual a la vez, diferente en el modo en que me mira y me enseña aún con el paso del tiempo tantas cosas e igual en el milagro de amor, que son cada uno de sus actos.
Yo soy el fruto de aquella inmensa tarea, soy el reflejo de aquellos actos comprometidos con la vida y la bondad, y soy una parte más de aquel magisterio que ella lleva como símbolo por la existencia.
Hoy es viernes, en dos días celebraremos el día de la madre y hoy reflexiono en mi corazón emocional tantas cosas. Reflexiono y agradezco cada momento de mi vida, agradezco a mi madre su mirada tierna y la dulzura de sus palabras, el afecto en su disciplina y la eternidad de sus mensajes.
Aun hoy, al sentarme a comer en la mesa familiar siento algo de nostalgia por aquellos años en que fui niño y cuando ignoraba tanto de aquello que hoy les cuento. Hoy tengo nostalgia por aquellos años que se fueron y me alegro por todo aquello que aprendí en casa junto a mamá.
Hoy, sé a conciencia, que debo cumplir cada una de mis obligaciones de la mejor manera posible por una única razón… porque mi madre me enseñó a cumplir mis responsabilidades de una sola manera: dando lo mejor de mí.
Sé que si ahora hago con pasión mi trabajo es porque el ejemplo de mi madre está presente en cada uno de mis actos, y sé que si estoy sonriendo es porque ella me enseñó a valorar lo más sencillo de esta vida: cada momento.
Soy un hijo maravilloso porque tuve una madre maravillosa que sembró flores de amor, paciencia, tolerancia y gratitud en mi mente.