El golpe avisa
Por: Guillermo Vidalón – El Montonero
Los acontecimientos que vienen ocurriendo en torno al Congreso de la República dejan algo en claro: hay interés de un sector del gobierno en licenciar al Poder Legislativo porque le resulta incómodo. ¿Buscan establecer un gobierno donde se implemente la “dictadura del proletariado”, tal como lo señalan los manuales leninistas? No lo sabemos.
En los países donde el discurso “en nombre del pueblo” encandiló a millones de ciudadanos, las consecuencias han sido devastadoras para la libertad de expresión, el libre ejercicio de la iniciativa privada –que no es más que la libertad para ejercer tu derecho a crear e innovar– y el reconocimiento al fruto del trabajo de cada quien. Por eso es que violentan la propiedad privada, de manera directa o indirecta, emplean grupos que ejercen la extorsión para conseguir sus fines y, desde la esfera política, cuentan con el aval y la inacción de ciertas autoridades. Basta ver los ejemplos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, países donde una cúpula “gobierna para los pobres”, generando más pobreza.
En el Perú, los golpes de Estado siempre han estado presentes. Lograron imponerse gracias al advenimiento del caos, sea por inacción o porque alguien diseñó cómo generarlo. En 1948, durante la administración del presidente constitucional José Luis Bustamante Rivero, su entonces ministro del Gobierno y jefe de la Policía, el Gral. Manuel A. Odría, encabezó un golpe de estado el 28 de octubre. ¿Qué motivó el caos? El desgobierno, la insatisfacción de la ciudadanía por la carestía.
Bustamante y Rivero fue un presidente con conocimientos, con cultura democrática y costumbres refinadas; pero la historia demostró que carecía de la astucia para percibir dónde se encontraban los mayores riesgos. Pretendió ser el fiel de la balanza, cuando la inclinación lo llevaba irremediablemente en sentido opuesto. Odría, en cambio, aprovechó el alza de los precios de los metales generada por la recuperación de la economía mundial tras la Segunda Guerra Mundial, gobernó con pragmatismo populista.
En 1956 Odría deja el poder y fue elegido constitucionalmente Manuel Prado Ugarteche para un nuevo mandato (el anterior lo ejerció entre 1939 y 1945). Prado también llegó al poder encabezando un frente político, al igual que a Bustamante y Rivero, a quien patrocinó al término de su primer mandato. Prado encabezó un gobierno dubitativo y sin mayores bríos, hasta que decidió encargarle a Pedro Beltrán Espantoso –su principal opositor político– el Ministerio de Hacienda. Beltrán reorganizó las finanzas públicas, estabilizó la economía y el país creció vertiginosamente. A diferencia de Bustamante y Rivero, supo estar del lado correcto para mantenerse en el poder. La historia del golpe del Gral. Pérez Godoy en 1962 fue una consecuencia de la enemistad histórica de las Fuerzas Armadas con el partido Aprista.
Entre 1963 y 1968 gobernó el Arq. Fernando Belaunde Terry, quien dirigió un gobierno vacilante, sin definir hacia dónde conducir el país. Por entonces, el Perú concitaba la atención de inversionistas. Corea del Sur tenía un nivel de desarrollo inferior al nuestro, pero sus líderes optaron por confiar en sus ciudadanos, estimular su economía y una clara y definida política a favor de la investigación, creatividad e innovación. Belaunde permitió que se genere desconcierto social, lo cual propició el golpe del Gral. Juan Velasco Alvarado, el 3 de octubre de 1968. Velasco naufragó entre quienes apostaron por una revolución comunista y un grupo de militares que soñaba con la recuperación del territorio perdido en la guerra con Chile.
Ahora, las definiciones en el gobierno están claras, como lo estuvieron con Martín Vizcarra, para cerrar el Congreso. Las indefiniciones –al parecer– se encuentran en la orilla de la oposición. Alguien promueve el caos, con o sin el aval de Castillo. La aplanadora se dirige al Congreso, así que inhibirse para garantizar sus privilegios representa un error mayúsculo que pone en riesgo la democracia.