El hombre que confundió a su nación con un sombrero.
— Redacción Diario El Pueblo —

Por: Juan Carlos Rodríguez Farfán

El neurólogo Oliver Sacks publicó su libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” en 1985. En una prosa de alta calidad, el científico británico narra la historia de una veintena de pacientes suyos. En el capítulo “El hombre que confundió su mujer con un sombrero” y que daría el nombre a su publicación, Oliver Sacks cuenta la experiencia con el Doctor P víctima de agnosia visual. Allí nos invita a explorar el caso sui generis de este paciente, músico de profesión, quien un día ya no podía distinguir el rostro humano. No estaba ciego ni mucho menos demente, podía desarrollar su actividad de profesor de música sin mayores inconvenientes, pero no podía distinguir un rostro ajeno, incluido el de su propia esposa, a quien confundía con un sombrero. La situación actual del Presidente Pedro Castillo me hizo pensar en este libro y en este caso científicamente analizado por Oliver Sacks. Si buscamos analogías, la nación peruana podría encontrarse en la condición de la mujer del Doctor P. La nación hace parte de una realidad incuestionable. La nación tiene una historia, un pasado, un presente doloroso. Pero el Doctor P, como el presidente Castillo no las ven, no pueden verlas. Ambos confunden el rostro de su esposa/nación con un sombrero. En términos clínicos el paciente de Oliver Sacks no tiene culpa. Simplemente ha perdido la posibilidad de distinguir la identidad del otro. La realidad se torna entonces cada vez más abstracta, cada vez más absurda. La realidad no es solamente lo que uno “ve”, es igualmente lo que uno quiere ver. El Doctor P sin embargo para no caer en el hueco negro de la irrealidad se conecta con los sonidos. Siendo profesor de música, a partir del timbre y modulaciones de las voces de su entorno (esposa, hijos, alumnos) logra reconstruir una realidad, en un juego de analogías sonoras que se van convirtiendo en imagen, en sentido, en identidad. Para el Doctor P, un rostro no se veía, se escuchaba. Arthur Rimbaud, Wassily Kandisky, Vincent Van Gogh, Amadeus Mozart y otros practicantes de la sinestesia, han intentado una exploración al respecto en los terrenos de la poesía, la pintura y la música. La sinestesia consiste en ver sonidos, escuchar el tiempo, saborear las formas. La vida como el arte suelen ser complejas compañero… La realidad es esquiva, incierta y provisoria. Pero la realidad puede ser igualmente contundente: anemia infantil, deserción escolar, desempleo masivo, precariedad sanitaria, inseguridad ciudadana. El gobernante, salvo que admita su ingreso a una clínica del Dr. Sacks no puede eludir esta terrible realidad. El gobernante tiene la obligación de ver el rostro del ciudadano, de identificarlo y de velar por su bienestar. No puede escudarse en pretextos, en estratagemas, en excusas. El rostro del ser amado (la esposa del Doctor P) tenía color y un fulgor en los ojos. Igualmente el pueblo, el pueblo no es un concepto a manosear, como algunos lo intentan impunemente. El pueblo, el ciudadano, es una persona concreta, un rostro extraño pero digno de amor. Un universo que vale la pena descubrir. Oliver Sacks al cabo de sus exámenes y entrevistas con el Doctor P le recomendó lo siguiente: si lo real para usted es la música, persista, permanezca, quédese en la música, si su sola realidad es la música, no haga esfuerzos mayores, cante, cante, hasta el fin de los tiempos… No sé si es pertinente recomendar a Pedro Castillo que cante hasta la saciedad, pues no estamos seguros de su oreja musical ni de su capacidad para construir una realidad a partir del sonido. Pero se me ocurrió insinuar la metáfora del Doctor P para alertar sobre su desconexión creciente con respecto a la realidad del país. Cuando uno confunde el rostro de su esposa/nación con un sombrero hay motivos para preocuparse.

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