Les Luthiers nos hace reír, nos hace apreciar la libertad
Por: Ricardo Montero Reyes
Desde entonces me daba vuelta en la cabeza escribir una columna dedicada a esta agrupación artística de Argentina. No obstante, me detenía una valla: cómo escribir sobre una trayectoria artística si no soy un periodista especializado en espectáculos, y ni siquiera en asuntos culturales.
Hoy, sin embargo, he decidido dedicar este espacio a Les Luthiers porque el trabajo de este conjunto de músicos, cantantes y humoristas se debe valorar desde un punto de vista que abarca el entretenimiento, pero también las comunicaciones, la sociología, la antropología, la psicología y otras disciplinas que ayudan a interpretar lo que ocurre en el mundo.
Jorge Maronna, Gerardo Masana, Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich –los tres últimos lamentablemente fallecidos– fundaron en 1967 el grupo que 55 años después sigue ayudándonos a reír y, mediante este mecanismo, a apreciar la democracia, la libertad y el buen vivir. Y es que con humor estos argentinos hablan de asuntos que generalmente otros abordan con seriedad, solemnidad y formalismo, entre ellos la política, la economía, la corrupción, la juventud, las drogas, el racismo, el amor.
En América Latina, y quizá en el mundo, existen muy pocas agrupaciones artísticas que superen los 50 años de antigüedad, y dudamos de que otro grupo de humoristas haya sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias en la categoría Comunicación y Humanidades, entre los más importantes premios en el mundo hispanohablante, como lo fue Les Luthiers.
El jurado le otorgó el galardón en el 2017 porque consideró –según consta en actas– que es “uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana desde la creación artística y el humor” y porque “su original tratamiento del lenguaje, de los instrumentos musicales y de la acción escénica atrae a cientos de miles de espectadores de todas las generaciones, que han convertido a Les Luthiers en un espejo crítico y en un referente de libertad en la sociedad contemporánea”.
En el discurso de agradecimiento, Marcos Mundstock subrayó que “el ejercicio del humorismo mejora la vida [porque] permite contemplar las cosas de una manera distinta, lúdica, pero sobre todo lúcida, a la cual no llegan otros mecanismos de la razón”.
Y Les Luthiers cumple el cometido, nos permite contemplar el mundo lúdicamente, pero sobre todo lúcidamente. Con ellos, por ejemplo, aprendimos a dejar de creer y, de paso, a reírnos de quien asegura tener la conciencia limpia porque al final de cuenta, como dicen estos geniales humoristas: “Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria”, o sospechar que algo trama aquel que se siente muy seguro de salir airoso pese a ser acusado de estar ejecutando un mal trabajo porque “aquel que es capaz de sonreír cuando todo le está saliendo mal es porque ya tiene pensado a quién echarle la culpa”.