Raúl Porras, el historiador
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

En las primeras décadas del siglo XX el país empezó a vivir cambios muy importantes tanto en lo político como en lo cultural y lo social. Deseo destacar tan solo la aparición de ideologías y partidos que se unen, en el tiempo, con el surgimiento de la propuesta indigenista que, en el arte, será arrolladora gracias al impulso de José Sabogal. Estas novedades, que implicaban ver nuestra realidad con una visión de mayor asombro, necesitaba también ser integrada a la comprensión del país, de nuestra cosmovisión nacional.

Me gusta pensar que esos nuevos vientos debieron obligar a Porras a entender, con la lucidez que lo caracterizaba, que el Perú tenía que descubrir una manera sólida y cierta de entender su pasado, en relación con esa fuerza propia que empezaba a hacerse notoria y que obligaba a vernos bajo el lente del mestizaje. Y es en ese contexto en el que tendremos aportes como los de José de la Riva Agüero, algo mayor que nuestro personaje, quien, tal como señaló Alberto Flores Galindo, dio inicio al estudio de nuestra historia y realidad.

Y esa inquietud por entender lo nuevo sin descartar lo anterior, permitió que mentes notables como la del entonces joven Raúl Porras, optaran por dedicarse a buscar comprender el país y a investigar los orígenes para poder aportar una nueva y propia visión, que era requerida en el momento que ellos vivían. Él no estaría solo en ese interés, pues vale mencionar a otros de la llamada generación del centenario, que destacaron como lo hizo Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre Carlos Moreyra y Paz Soldán y Jorge Guillermo Leguía y, por qué no mencionarlos, a José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre. Hago un paréntesis para acotar que un altísimo porcentaje de los ilustres hombres que dejaron honda huella de la primera mitad del siglo XX, eran de origen provinciano y ellos aportaron a nuestra construcción nacional, visiones y comprensiones de altísimo valor.

Y es, quizá, en ese contexto en el que destaca y tiene pleno sentido el libro “Mito, tradición e historia del Perú”, porque sin haberlo pretendido, da inicio, al análisis de la historiografía nacional y este interés lo acompañó a lo largo de su corta pero muy fructífera existencia. Como se ha señalado, este libro es una clara síntesis del proceso histórico peruano y permite a legos y especialistas adentrarse en ese universo de nuestra propia esencia histórica, materia pendiente para no pocos de nuestros tiempos.

En ese sentido de búsqueda de lo propio es que cabe mencionar un escrito a mi criterio extraordinario titulado “El nombre del Perú” que dará lugar no solo al conocimiento sino a la comprensión del gran y singular significado, unicidad y particularidad del nombre de nuestra patria. Con gran orgullo Porras inicia el texto diciendo: “El nombre del Perú corrió desde entonces con una vibración de leyenda. Ella se recoge por igual en los isolarios de los cosmógrafos venecianos que informaban al mundo de los nuevos descubrimientos …”. Y haciendo un humilde alarde, pero alarde al fin, de conocimiento de los cronistas, logra concluir con todo acierto documental que en 1929, en el texto de la Capitulación de Toledo, quedará definido nuestro nombre como “El Perú” y así concluye ese opúsculo señalando: “Y, aunque no tenga traducción en los vocabularios de las lenguas indígenas ni en los léxicos españoles, tiene el más rico contenido histórico y espiritual.

En la elaboración de esa investigación, Raúl Porras hace un minucioso recorrido por las fuentes iniciales de nuestra historia y se inicia una nueva valoración del aporte de los cronistas, convirtiendo sus escritos en referencia fundamental para el estudio. Y, descubriendo así el origen de nuestro nombre veremos que en toda su obra como historiador destila amor, pasión y vocación por el Perú.

Su conocimiento de las crónicas resultó, pues, del más alto nivel y en su libro titulado “Los cronistas del Perú” demostró que el conocimiento de nuestra historia pasada se sustentaba en el aporte de los viajeros y personas de vieron y escribieron sobre el Perú y salvando las distancias de la cosmovisión de cada uno, nos permitieron iniciar el descubrimiento de nuestra historia que, para Porras, tiene su punto central y asidero en Garcilaso, a quien dedica notables estudios. Sobre Garcilaso dirá: “En él se unen las dos razas antagónicas de la conquista, unidas ya en el abrazo fecundo del mestizaje, pero se sueldan, además, indestructiblemente, y despojadas de odios… con Garcilaso con quien nace espiritualmente el Perú”. Es por ello que acercarnos al conocimiento de nuestro pasado es una tarea imposible, por no decir inviable, si no lo hacemos a partir del extraordinario aporte que significó la magnífica obra titulada “Fuentes Históricas Peruanas” que cual guía necesaria nos conduce por los derroteros del trabajo de quienes lo precedieron y nos lleva a la necesidad de hacer de la obra de Porras, un “manual” indispensable.

Cuánto bien nos haría ahora releer a este gran peruano pues Porras asumió el mestizaje como una riqueza y no como un motivo de enfrentamiento ni disputa; la historia y él lo tuvo muy claro, no se construye con visiones antojadizas ni es pasto para alimentar visiones tendenciosas; sirve para conocer y al conocer, entender y Porras -como lo hicieron otros de su tiempo-, comprendió que en ese mestizaje, en esa diversidad es que él encontró, propulsó y destacó la esencia y el alma nacional. Y así como Porras al destacar el ya mencionado aporte de Garcilaso en la comprensión de pasado prehispánico, valorará mucho la presencia de Ricardo Palma a quien considera un intérprete de la tradición que nos deja el mundo castellano y que se une con lo nativo para crear la nueva y única realidad y esencia peruana.

Es por ello que en Porras destaca no solo la afición al conocimiento, la pulcritud en el manejo de fuentes y el rigor en la interpretación, sino que tendrá, a El Perú, como eje central de toda su labor intelectual, tratando de aportar a la construcción de la identidad nacional. Y en ello, abundará también Jorge Basadre en una obra tan importante como “Meditaciones sobre el destino histórico del Perú” y es que de alguna manera, ambos van a subrayar la necesidad del estudio de la historia y la riqueza que ella aporta, sobre todo en el acercamiento a la comprensión del Perú. En el caso de Porras, en ello debió ejercer importante influencia su inicial interés por el género de la biografía para acercarse a los forjadores de nuestra identidad.

Destaca también la variedad de sus intereses intelectuales pues como se ha mencionado, tenemos al Porras catedrático, Porras político, Porras diplomático, Porras historiador y Porras apasionado por lo que el periodismo podía aportar como fuente de conocimiento y como elemento de difusión del pensamiento. Es por ello que,. Además de su notable “Historia del Periodismo en el Perú”, encontramos una amplísima diversidad de artículos de su autoría publicados en variedad de periódicos y revistas.

Por todo ello puede decirse que Raúl Porras Barrenechea ha sido uno de los historiadores peruanos mas representativos del siglo xx, y que es quizá el intelectual más completo de su generación ya que unió en sí mismo y en un entrañable amor al Perú, su vasta formación intelectual y académica, una definida vocación de maestro, una singular originalidad como investigador; brilla y reluce la pasión que contagió a sus discípulos y la profundidad de su obra que no solo ha trascendido su tiempo sino que sigue vigente y es de referencia obligada para quien quiera acercarse a los variados aspectos de la realidad peruana; en Porras encontramos canteras inagotables para el conocimiento que nos permiten el acercamiento a las profundidades de sus aportes. Poco como él aportaron al imaginario nacional y a la visión de nuestra historia, ciencia a la que dedicó los mejores años de su vida.

Es por todo lo anterior que son muy valederas las palabras que con toda emoción expresó Jorge Basadre en el sepelio de su amigo Raúl porras: “Sus triunfos fueron los del talento y la cultura, en un país en el que tradicionalmente se ha rendido tanta reverencia a veces lindante con la adulación al poder económico y al poder político. Por todo ello y por lo mucho que queda todavía por decirse puede decir que Raúl Porras encarna la imagen misma de la honradez intelectual, del rigor académico, la probidad ética y la integridad moral”. Y es que el país sigue siendo el mismo, solo queremos pensar y soñar que el aporte de grandes hombres como lo fue Raúl Porras, no fue en vano para despertar el amor al país.

PS: El Dr. José Agustín de la Puente, entrañable maestro, nos enseñó a valorar el aporte de aquellos que lo habían precedido en el interés por el estudio de nuestra historia. Es en ese sentido que escribo estas líneas, en homenaje a quien nos abrió las puertas infinitas al interés por lo nuestro, a partir de la reflexión y pensamiento del proceso emancipador. Añadiendo que Raúl Porras destacó también como político, catedrático y fue un extraordinario diplomático, lo que destaqué con ocasión de cumplirse el 125 aniversario de su nacimiento.

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