En defensa de la Amazonía
Por: Ricardo Montero Reyes

En el 2020, en la etapa más dramática de la pandemia, los tres bancos más grandes de Brasil lanzaron un plan integrado para contribuir en el desarrollo sostenible de la Amazonía. Esta región está siendo destruida aceleradamente por la deforestación producto de la tala indiscriminada y la ampliación de la frontera agrícola, la explotación ilegal de minerales y los incendios forestales, entre otras causas.

De los países amazónicos, Bolivia ha perdido el 8% de su bosque original. Brasil perdió 980,000 hectáreas de bosques en el 2019, el área deforestada más grande desde el 2008. Colombia sufrió en el 2017 una de las mayores deforestaciones de la región amazónica y la más alta en la historia del país. Se perdieron más de 140,000 hectáreas de bosque, el doble que el año anterior. Perú, en tanto, registró en el 2017 la pérdida de bosque causada por la minería su punto más alto desde 1985, según un estudio del Centro de Innovación Científica Amazónica (Cincia). Además, el 2020 ha sido devastador para la Amazonía peruana. La deforestación llegó a 203,272 hectáreas, una cifra que supera en 54,846 la cantidad de bosques perdidos el año anterior.

Pese a estos daños, la situación se podría revertir si se pusiera en marcha proyectos empresariales que propicien el desarrollo sostenible de la Amazonía, cuya protección es clave para amenguar los peores impactos globales que genera la deforestación.

Tomando como referencia el plan integrado lanzado por los tres mayores bancos privados de Brasil: Bradesco, Itaú Unibanco y Santander, el Foro Económico Mundial (WEF) sostiene que el sector financiero tiene la capacidad de asegurar flujos de inversión para reforestar, restaurar y recuperar los ecosistemas.

Así, dado su considerable influencia, el sector puede apoyar e impulsar las prácticas regenerativas en curso, como la agrosilvicultura, la intensificación sostenible del ganado y la expansión de los cultivos sobre los pastizales degradados, así como impulsar la inversión en compensaciones de carbono y biodiversidad.

Adicionalmente, pequeños propietarios, pueblos indígenas y comunidades locales de la selva amazónica requieren atención y condiciones especiales para que puedan seguir protegiendo y restaurando las tierras. Sin un apoyo adecuado, los medios de vida de millones de personas y la tierra de la que viven siguen estando en peligro.

En todo el Amazonas sudamericana viven más de 33 millones de personas, un 8% del total de la población de la región, entre ciudades, comunidades ribereñas y pueblos indígenas. Además, se estima en más de 100 las tribus con las que no hay contacto. Por esa población, pero también por las poblaciones que habitan en todos los puntos de la Tierra, tenemos la obligación de recomponer la Amazonía.

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